Epitafio a un alma solitaria
a la memoria de mi padre
don Jesús Hernández Velasco
I
Contemplo las vigilias del mar.
Las edificaciones que se hicieron
en el vuelo de los pájaros.
La crueldad nos descompuso,
¿Cómo lo hizo?
No lo sé.
Las ciudades ríen a carcajadas
mientras miro el cuadro de un gato.
No encuentro el sentido.
Puente, si te das cuenta las almas
están intranquilas,
ya no hablan de su pasado
¿tienen cubre bocas?
II
No me he cansado de volar
en senderos de lenguas.
Lo único que me agota es ver el norte
soplando derecha a izquierda
mientras una sordera me invade
en los pantanos.
No está del todo mal saber que si te duermes en el espejo
te transformarás cada vez que machuques al viento.
(En un momento salgo,
estoy concentrado... ligereza.
Las lagartijas te contarán lo que he visto).
III
¿Aún tengo algo que decirte?
Sólo que no me dejes vivir en los cactus.
Mirada. Parpadeo de miedo. Camisa soledad. Ya es hora.
Flecha al temor. Mírame, ¡mira cómo quedé!
El tiempo y la humedad se están extinguiendo
cada vez que sacudo mis ojos
una muchacha se abraza a su insomnio.
Se aleja y se sienta en la constelación de autos.
Sostiene su puerta en la señal de su cuerpo. Volverá.
Mi dominio se descompone en la luz. Mi mutación
se complica en las paredes de dibujos infantiles.
Permite que me ría de ti
pero al manicomio lo pintan de esta manera.
Su plumaje la contiene de reírse.
Cascada de dolor.
Es mi galaxia.
La sensación de la esfera me platica,
la percepción del viento me platica,
escucho con atención,
mi percepción se comprime:
llueve
brisa
el panal de la amapola desborda al muelle.
Las alcantarillas huelen a humo. Llevo días caminando y la barba me crece.
Pongo atención a las anécdotas que cuentan los vagabundos,
pongo atención cuando el sol se retira
a su otra tarjea del tiempo
y permanezco inquieto
ante la bruma que se desata en la avenida.
Se le acaba el color a las capas de la nada.
Se le acaba el color a los templos.
Se aleja mi encarnación y corro para alcanzarla,
adiós sonrisa de mi alegría,
y gracias por hacerme sentir muy bien>
Tomé asiento y pensé en el jardín del tiempo.
Nunca creí hallarlo, estaba sentado junto a mí.
IV
Copa. Las paredes se iban del lugar
permanezco inquieto fuera de los sueños.
Las tijeras se perdieron junto con los anteojos.
Mi mano marcaba una señal
en el silencio
mientras
la divagación nocturna
se va recortando en los tajos de los carriles,
vacíos que va dejando la gente
en los bordes de la realidad
aproveché y pregunté al mundo cibernético
quién visitaba mis delirios.
Nada supo contestar
V
oscura quietud nos dejó esta ráfaga de sensaciones extirpadas
el río se interpone entre la marea y la espuma
cada vez que eso pasa tiemblo
el cerillo quema al foco del mar
no quiero perderme en el desierto de tus manos
porque los sueños no terminan en el puente
líneas de luces nocturnas ventana descubierta
¿por qué no puedo atravesar la puerta?
¿será que mi vida se nubló?
Basta de reír sólo cuando me da la gana
tu lámpara alumbra los suelos muertos se apaga
hice varias visitas a los ancianos
en los asilos pondremos revistas pornográficas
y televisores que programen películas de asesinos
los locos quieren venir a vivir en los asilos
para defenderse de la vejez.
Ya nada noto en los ojos de la risa, aquella nostalgia
ya no tiene sentido en las calles abandonadas.
El silencio en el espacio se da cuenta de todo.
VI
Pared, déjame dentro para que las banquetas
no me intoxiquen.
No quiero que los gusanos me coman.
He dormido tanto,
ya no sé dónde están mis pies.
Aquí habita un bosquejo
que el casero olvidó esparcir
en la luz de las cisternas.
Y es que este silencio no ha sido derramado
en todas las calles que espinan, para poder gritar.
Cobija... puedo caer. Nunca me he perdido.
Pude contarle mis secretos al sendero.
Cuando llegues a la mitad del puente
te encontrarás con el espejo.
Por favor no le cuentes del miedo
porque las alas no te cuidarán,
no le cuentes de lo falso de tu soledad.
Me preguntas por qué hablo
con las cosas
—No lo sé.
VII
¡Enlútense, mis flores!
¡Enlútense, mujeres de rostro pálido!
Mujeres vestidas de negro
caminando hacia una noche sin velo.
Abandonen la sala de estar
rayos de luna.
Ya no habrá más invitados a mi rincón funesto.
¡Enlútense, mis flores!
Ha llegado la hora de retirarme
de esta vida.
Es hora de retirarme
a mi sector de origen.