10/7/13

La noche de los sueños

II

Don Carlos



Las personas que solían confundirme con Epigmento Dromedales aseguraban que nos parecíamos mucho, y aunque nuestras edades lograban diseminar los parentescos genealógicos que pudiéramos tener, la gente solía insistir haciendo preguntas tontas como qué apellidos teníamos, o que si era hijo de un familiar mío. El caso es que hasta la fecha no logro comprender por qué solían compararme, pues psicológicamente éramos muy distintos y nuestras personalidades jamás permitirían identificarnos el uno con el otro. Él era un carcamán, un bicho extrapolar que se dedicaba a incautar a la gente, y en cambio yo…, yo sólo era el simple propietario de un café-librería, que por azares y malas fortunas del destino se localizaba en un punto estratégico para este bicho arrogante y narcisista. No pude pasar desapercibido ante sus ojos de escudriñador, de roedor abrupto.
  
Otras personas aseguraban que conozco a Epigmento Dromedales desde niño. Quizás algunos despistados se atrevían a asegurar que fuimos los mejores amigos de la vida, pero no fue así, y tampoco me interesa que lo digan, jamás fue un amigo del que debería vanagloriarme y jamás nos conocimos tan bien como muchos piensan.
Pero para mi mala fortuna, una mañana Dromedales llegó a mi establecimiento, tomó asiento en la mesa del rincón —quizás porque de todas las mesas del café es la más sombría, el lugar que siempre pasa desapercibido—, y pidió un chocolate caliente. Lo serví y continué con mi rutina hasta que sonó el teléfono, y Epigmento Dromedales aprovechó esta situación para tratar de intimar conmigo. Se acercó discretamente y esperó a que terminara la llamada. Colgué el teléfono y cuando me di la vuelta, estaba ahí de pie ante mí, con un diario en la mano. Su rostro parecía el de un niño malcriado que oculta sus fechorías con el mejor de los guiños.
¿Se le ofrece algo más?
̶ Sí y no, contestó.
Cómo que sí y no, me pregunté. Eché un vistazo al joven que parecía todo un dandy y no sé por qué no levanté otra vez la bocina del teléfono y llamé a la policía. Algo en él no me agradó desde el primer momento.
Mire, no se asuste, pero quiero advertirle que de un momento a otro alguien vendrá hasta aquí para proponerle un negocio. Usted debe decir no, no quiero entrar. Le van a insistir y quizás podrían amenazarlo, pero usted debe mantener firme su decisión. Soy Epigmento Dromedales, su vecino, por si no lo ha notado. Vivo a dos puertas de su departamento. No vaya a pensar mal. Simplemente me parece que usted es un poco simpático y por si no lo ha notado bien, somos muy parecidos. Mírese en el espejo…
Fueron sus palabras macabras. Me sonrió, puso un billete en la barra y pasó a retirarse bailando un tap muy gracioso. Salió y se perdió en el tumulto de la gente que pasaba a diario por la mañana afuera del café. Jamás habría caído en la cuenta de que éramos vecinos, y sobre el parentesco, no lo voy a dudar, me causó bastante miedo. Basta decir que me no me dio confianza y que nunca nadie se acercó al café a pedirme un favor o a amenazarme de ese modo.

Pasaron los días y mi curiosidad fue en aumento, pues había dicho que era mi vecino. Nunca en la vida me había percibido o interesado en la gente que habita en los departamentos, realmente no me da tiempo de conocer a nadie, pues el café y mi vida cotidiana me exige mucho de mí. Hace años, tras la muerte de Aurora decidí que vivir solo e invertir nuestros ahorros en un café sería la mejor distracción y ocupación que me depararía el destino.
Esa noche, como de costumbre, tomé mis cosas y cerré el café. Salí a la calle motivado por las especulaciones que hice acerca de ese extraño individuo. Por otro lado sentí un poco de miedo. Que alguien llegue a amenazarte sólo abre inciertas dudas que quise despejar para sentirme de nuevo completo, sin miedos y sobre todo, confiado en que todo marcha a la perfección. Miré el reloj, eran las ocho y media. Me eché a andar mientras la gente vaciaba este lado de la ciudad.
Extrañas visiones de lo que debería ser la vida estrujada por sus aconteceres. Mendigos en las calles, prostitutas y asaltantes, se disputan su suerte durante la noche, en el proceso de cerrar el día, de llevarlo a su última consecuencia. Para un tipo de mi edad cualquier acontecimiento podría no sólo abrir portales de desesperanza, sino también procurar la misma esperanza en la muerte: no había nada de qué vanagloriarme a estas alturas. Ante la puerta vinieron varias imágenes que suele uno ver en los periódicos en las noticias que encabezan las tragedias del día. Metí la llave pero la curiosidad me carcomía por dentro. No pude más. Aunque sudé el temblor que se apoderó de mi cuerpo fui hasta la puerta vecina e intenté mirar, pero algo me detuvo. No sé qué había al otro lado, pero la sola idea de una presencia extraña me atemorizaba. Dejé que se esfumaran, así que entré en el departamento y me preparé un té con todos los aditamentos necesarios para calmar el tráfico de nervios que recorrió mi cuerpo. Por primera vez, después de superar la muerte de Aurora, me sentía inseguro en mi propio nido. 

9/3/13

Extrañas noticias de un pueblo sin recuerdos

Extrañas noticias de un pueblo sin recuerdos
Marco Antonio Hernández Valdés




I

La ventana se encontraba abierta y el tumulto de los rayos del sol mudo se colaba a mi habitación, deslizando en las cortinas su resplandor atómico que, escandalizado, me anunciaba las siete y media de la mañana. La luz me causó tal repudio que debí odiarme al recordar que olvidé cerrar la ventana la noche pasada. Todo me parecía tan extraño como ese chillido metálico del tintinear del reloj, que me aturdía tanto. Con dificultad tragaba saliva y al atorarse en mi garganta, junto con el reloj, me anunciaba la tragedia que habría de culminar con mi vida minutos después. 


Cuántas imágenes rodaron por mi cabeza sin encontrar su cauce. Olía bastante a cigarro. Debí fumar durante mucho tiempo mientras conciliaba el sueño. Rara vez fumaba en estos días. Tampoco recordé qué propició de pronto cambiar de parecer.
Di una bocanada de aire tan profunda que me pareció que en ese momento se consumarían los tiempos. Deseé callar a golpes al molesto tintinear del reloj. Parecía que hoy el mundo se había puesto de acuerdo para hacerme la vida de cuadritos. Las horas parecían permanecer silenciosas sin dar su paso clave. Y de pronto sonó el teléfono. Ese esquelético sonido deprimente, tan repentino, me vino a recordar que era sábado. No tenía ganas de atender la llamada, quizás porque su melodía lovecraftiana preconizaba un escalofriante miedo en el ambiente; tanteaban mis nervios voraces.
Tanta lucidez en mis reflexiones me cargaba de espasmo. Extraño recibir una llamada en sábado, y a esta hora; de alguna manera me anunciaban lo que a continuación se fraguaría en mi contra; alguna vez debieron haberlo oído: ese indigesto chirrido, el doloroso malestar que emprende su tintineante sabor metálico y se mete hasta los tímpanos, y acto seguido, alguien llama desesperadamente a la puerta.
Mi rostro se ahondaba en la perplejidad de los símbolos anteriores que precedieron al toc toc toc ominoso al otro lado, en el corredor. Decidí que no debía abrir, pero más tarde cómo habría de lamentar el no haber actuado instantáneamente. Unos minutos podrían haber sido determinantes para salvar mi pellejo. A cambio me perdí en el sentimiento vago de querer pasar desapercibido, de no pertenecer ni un segundo más a este mundo incauto. Me encarné en el edredón para sentir sobre mi pecho el ambiente familiar ficticio, el que generaban mis muebles, mi habitación, mi ropa, y por un segundo olvidé por completo la puerta, el reloj y la incómoda situación de la ventana abierta. Me concentré en los siguientes pasos. Tenía una cita a las doce en punto en el centro, y no quería llegar tarde. Era un negocio que me permitiría partir lejos y abandonar esta vida de roedor malsano de una vez por todas, y decidí esperar a que desistieran en su afán de despertarme y abrir la puerta, pero sus llamados se intensificaron al grado de que me arrebataron totalmente de mis reflexiones y la celestial comunión con mi cama. Observé el reloj y grité: voy.
¿Cuántos pensamientos pueden atravesar la cabeza de un hombre que por la mañana decide levantarse y continuar con su vida interrumpida por una visita inesperada? ¿Cuánta oscuridad puede haber entre esta maraña de desequilibrios mentales y estos abismos que nos persuaden cuando hay peligro? Crucé el umbral que hay entre mi cama y la puerta, y lo juro y lo digo en serio, toda mi vida rodó por mi mente como una llanta quemada; desde el primer momento crucial hasta el momento menos significativo para mí.
Escuché un cuchicheo, algo así como: baja la voz, escucha, ya viene. No alcanzo a escuchar bien lo que se dicen, pero la escena me parece tan cómica; cómica pero intrigante. Me daba la impresión de que estaban aquí para darme una sorpresa, y que contaban con mi incrédulo asombro para concretarla. Observé nuevamente el reloj y era impresionante caer en la cuenta de que sólo habían pasado diez minutos. Diez insignificantes minutos para decidirme abrir la puerta. Mi sorpresa no fue mayor cuando al abrir, un cañón de un revólver apuntaba directo a mi cabeza. Retrocedí instantáneamente y no sé por qué no reaccioné de distinta manera; no sé, como en las películas policiacas en donde el héroe está capacitado para estas circunstancias, un héroe que de pronto hace uso de las artes marciales y toma ventaja de la debilidad de su oponente: lo toma del brazo, le quita la pistola, se toma unos segundos para mearla y después azotársela en la cara despreciativamente. En cambio, me eché para atrás y dejé que mi díscola imaginación se evaporara para volver a esta realidad paradigmática: mi oponente apuntaba con un revólver directamente a mi frente y por su mirada suspicaz, supuse que no jugaba.


Por mi mente desfiló la pregunta ingenua: ¿a quién, en pleno siglo XXI, se le ocurre matar a alguien con un revólver? Existen mucho mejores armas. Sin embargo, con un solo disparo mi cráneo volaría en mil pedazos y lo único que daría muestras verosímiles de cómo sucedieron las cosas serían mis sesos tapizando las paredes de ese líquido rojo que determina la vida. Fue cuando entonces, y costosamente, articulé la pregunta:
—       ¿En qué les puedo ayudar, muchachos?
Se miran uno al otro y se sonríen maquiavélicamente y mi sonrisa se unifica en el momento unísono de la mañana en que el humor, la picardía y el terror se conciliaron para embelesar el instante embarazoso en el que me encontraba. Me inspiraban miedo, pero en el fondo me parecían tan cómicos que pensé en preguntar: qué les trae por aquí, no se hubieran tomado la molestia; pero uno de ellos, al salir al pasillo, me sacó de mis cavilaciones. Permaneció ahí mientras el que me apuntaba me entregaba un papel extraño que desdoblé con astucia. Lo leí detenidamente.
Aunque no viene al caso citar lo escrito, pues mi asombro no me permite tales libertades, bastaba decir que estaba a punto de morir.
La caligrafía era repulsiva y las faltas de ortografías resaltaban de tal manera que, siendo yo un ingenuo analfabeta con tan sólo la primaria y secundaria cursadas, me producían un maléfico horror. Inmediatamente me di cuenta que mi aniquilador era un completo ignoro; un lerdo de pacotilla jugando al asesino serial. Este recado me recordó las cartas de amor de la secundaria. Las posdatas servían para disculparse por las faltas de ortografía en el texto. Quise compartir mi observación para romper el hielo pero el asesino que tenía frente a mí era un profesional y difícilmente reiría antes de matar a alguien. Quizás reiría en silencio y a solas, pero no ante un pordiosero que está a punto de perder la vida por su arma.
—No, pues ya sabes de qué se trata. ¿Dónde la tienes?
Quise gritarle: de qué madres hablas, pero tragué más saliva mientras observaba de un lado a otro esperando el momento oportuno de que la campana me salvara. Rápidamente ideé un plan, primero le azotaría un golpe repentino en la mano al tiempo en que le asestaría otro en la boca de su estómago. Eso me daría el tiempo suficiente para poder lanzarme al armario y alcanzar el bate. Quizás habría disparos pero de esos nerviosos, que no alcanzan a atinar a algo. El del pasillo percibe la acción, pero le toma tiempo reaccionar. Alcanzo a cerrar la puerta. Tomo distancia y… todo parece tan sencillo cuando lo pienso...
—       ¿Dónde la tienes? No tenemos tu tiempo.
Recalca al tiempo en que se abalanza decidido a tomarme del cuello, pero en ese intervalo, mientras articula sus órdenes de manera perentoria, le lanzo el mejor golpe de mi vida a su muñeca y logro zafarle la pistola de la mano. “Pinche pendejo” alcanzo a pensar en voz alta al tiempo en que le asesto un decisivo golpe en la boca del estómago. No logro creerlo, parece una película policiaca. Sorprendido por mi rapidez, el tipo afuera se incorpora, pero sin reaccionar a tiempo. Cierro la puerta, le pongo seguro y la atranco. Tomo lo primero que está a la mano, un jarrón de porcelana, y se lo azotó a mi oponente en la cabeza. El tipo es bajito y un poco escuálido, por eso no me cuesta nada derribarlo. Lo que lo hacía ver intimidante era el revólver.
Corro hacia la ventana mientras el tipo de afuera busca la manera de entrar. Salgo por la ventana y echo un vistazo, las alturas me dan vértigo. El balcón del vecino no está tan lejos, me armo de valor, salgo y logró apoyarme de la escultura del soporte. El edificio consta de diez pisos y me encuentro en el cuarto, a punto de caer y morir a manos del pavimento.
Afortunadamente la ventana del vecino de al lado está abierta y logro colarme. Se trata de una vecina, que despierta exaltada y me pregunta qué hago ahí. Le digo que baje la voz, “afuera hay unos matones haciendo su trabajo”, y no lo creo, pero se calla. Me acerco a la puerta y echo un vistazo por el picaporte. Logro verlos en el pasillo. Uno de ellos está sangrando de la frente. Me vuelvo hacia la mujer, que permanece en suspenso en la comodidad de su cama y haciendo señas la pongo al tanto. Permanece en silencio. Cuando vuelvo al picaporte no me bastan mis nervios para saltar del susto ante un disparo. El tipo abre la puerta, que me golpea fuertemente y caigo, graciosamente, al suelo. Desploma cuatro disparos a la mujer, que grita desvaneciendo sus únicos sollozos, e inmediatamente, y con una voz gruesa y encolerizada, me sentencia:
—Eres una mierdita con suerte, pendejete.
Y es lo último que alcanzo a escuchar. Las balas atraviesan mi cuerpo y la sangre y la sangre la sangre me hierve de…

                                



                                             frío desde este otro lado.

Copyright © Todos los Derechos Reservados.

8/3/13

viéndolo así

viéndolo así:
¡a qué mundo me vine a meter!

19/1/13

Página

http://es.scribd.com/tacumbaj

12/1/13

Dormido en mi sensación (libro completo)

Dormido en mi sensación
Marco Antonio Hernández Valdés

D. R. © Dormido en mi sensación.
Marco Antonio Hernández Valdés, 2005
Primera edición 2013
Publicación independiente
Tulum, Quintana Roo, México.

Esta obra está protegida bajo una licencia Atribución-No
comercial-No Derivadas 2.5
México de Creative Commons.



U
n prólogo, salvo excepciones, como en todo, no sirve de gran cosa. No es necesario leerlo, finalmente es la interpretación de alguien sobre la obra de otra persona. Cuando, además, la obra que se prologa son poemas; la subjetividad, la interpretación tan individual, hace que lo que se diga, no tenga prácticamente importancia alguna. Entonces, continuar leyendo estas líneas es infructuoso, es innecesario, es ocioso. Mejor sería entrar de golpe a las palabras de Marco Antonio Hernández en esta aventura dentro de sí mismo. Así pues no es necesario que siga usted leyendo estas palabras, insisto, ahí están las de Marco. Sus palabras son sobre todo la confidencia honesta. Bien dice uno de los personajes de Gabriel García Márquez en "DEL AMOR Y OTROS DEMONIOS": "entre más honesta, mejor es la poesía". Y sí, en mi opinión, hay momentos en los que el hálito poético se muestra pleno en las palabras de Marco Antonio, esto sería suficiente para convencerle a usted de arribar ya, de lleno, a las palabras del autor.
   "Nunca voltees la botella al revés, que la risa en el estanque puede desaparecer", algo hay de aires Carrolianos, de Alicia, del país de las maravillas. "Veo a la hora del ocaso una mano que se despide de nosotros. El mar se agita/ y amortaja a sus muertos/ en su tarea cotidiana/ de menguar lunas/ sobre sus azulejos "; y son las sombras, el tumbo de las olas, la mar salada y sus poetas los que vuelan entre las palabras de Marco Antonio. Momentos hay también de siglo viejo: "sueños que quedaron en el pasado, que se nublaron, y esos son del pasado / ¿y las sombras del silencio?, del silencio son. "Monta ya la aurora su caballo y se retira de los montes", y me acercan a Antonio Torres Heredia, a la larga Andalucía, al "camborio de dura crín", diría Lorca.
   Suficiente para tomar ya los poemas de Marco y beberlos, reconocer sus sabores en los nuestros, su dolor en el nuestro, sus imágenes, su grito, su honestidad, su temor, su soledad en la nuestra; suficiente para dejar de leer estas líneas y abrazar las palabras de Marco, dejarse abrazar y abrasar por estos poemas, tan cercanos, tan sentidos, tan dormidos, tan latentes en nosotros.

                                                 Octavio Limón, San Cristóbal, Chiapas, Diciembre de 2011






A mi gurú Darío Naidú
que en esos días venía en camino.

A mi madre-padre




este libro sea un homenaje.










      cortometraje 

              
miedo...

me transformo — ¿por qué? —no lo sé.
oreja de la pared, transfórmate —¿en qué? —quién sabe,
tal vez en la boca labial de mi transmisor. 


sacaré un permiso 

para poder reír
el reloj donde vivía
se retrasó



               •••
deshilo al tiempo y nunca desobedezco,

deshojo al encino pero nunca me ahogo,
desbordo el espacio y nunca humedezco
la alfombra de la piel del gusano. 


besar al tiempo puede ser cruel,
lombrices carcomen esta frialdad
en las paredes...
no quiero seguir así:    vivir como cuerdos,

cuando la estaca en la ciudad de las penas

empieza a matarme 
y mucho menos ahora
el tornado nunca me enredará

aunque sople con agallas,


mis manos ya no tienen miedos. 

pero la soledad es la misma siempre

los únicos que me están mirando

son luces de otro espacio


me tienen en la mira,

me quieren deshilar los ojos.
quieren saber por qué le grito 
a las ranas. 

quieren saber por qué le grito
a las ranas.





•••
con su propio pulgar,
el hijo del río

nunca marcó la línea
que nos separa del espacio


la línea, la línea

del plato
no dejará verte más.


la forma perdida,

estática y simétrica
de la madera del cascabel,
ilustró los contornos
del manicomio                  

este borde guarda una imagen en su centro






•••

te pediré permiso y me desgarraré
toda, pero toda la piel



la espuma me guardará en la luna
y mi cuerpo ya no volverá
al día de tus ojos,

cada vez que miro el insomnio

amarro mi frente para poder dormir
veo el concreto y nada ha cambiado,
tu sueño invade mi pensamiento
y mis ojos en ti hacen un campamento



es muy difícil 
vivir del silencio

y en tu cara
se derrite la escarcha de los suelos alucinógenos

mi corazón se calma lentamente

y aunque una voz me tranquiliza
miro que el espejo no retiene tu imagen.



tampoco retengo mis días.

     

      ...
las agujas vacías se las lleva el espacio

en un paseo
ligero y trasnochado



me aferro a la realidad
pero sólo es un intento inútil

arrebatado de mis sentidos

aparento que tengo el control.



¿volveré a relajarme en la oquedad
del río?

demasiado tarde 

hoy regreso al palacio

de los bohemios. 







                       •••
¿qué será de mí si termina tu sueño?

¿qué será de mí si me alejo a los sueños perdidos? 
ojos. boca labial. silencio. lenguaje indefinido.
la hora ancestral es un tipo de comedia.

¡oh, sueños perdidos! 

maquillaje de la soledad.
ojos. boca labial. silencio... ganas de reír:
las nubes se llevan el motín de un sueño.


es ésta la última dimensión de mis sentidos.

bienvenidos todos
al flujo de sensaciones en mi mente


el pánico deja su soledad

y todo es tan diferente


me hundo en el vapor de mi historia


vuelve el espejo hacia su otra cara

y verás que me tienen como un villano
en mi propia historia

soy el payaso de mi propia comedia. 
pero persígueme hasta la soledad del desierto,

los sueños de mi mundo se pierden
en el Olimpo de los soles contigo adentro. 









            •••
a través del lente forjo

mensajes en la piel de los árboles.

mis uñas mueren de soledad.
los fantasmas me hacen a un lado,

porque saben que puedo hablar con las almas
que me encuentro alrededor
de mi espacio


soy otra lastimosa víctima de mi suelo 
y despliego mis cabellos

con mis manos largas
porque el alma en pena 
no me deja descansar. 


la sábana y la cobija

no están en tu cuerpo,
ya se desintegraron 
en la oxidación
del ayer. 


me quito los tatuajes de mi costado



han pasado sonidos frente a mí.



mi piel estática es ser fodongo. 






            •••
no me muevan la silla

que me puedo despertar,
cada minuto de ausencia
en el mundo real,
es un momento más
en el túnel de la locura. 


sé que entenderás

que al miedo hay que alejar,
entre más tiempo para acá
nos dejaremos de apuntar
para no consumirnos ya
entre piezas y piezas de sol.  

                



                            •••
noche... ya no encuentro bolígrafos en los glosarios

y eso me sume en un delirio y me voy a otro sitio.
signo. barda. ya no existen.
la raíz del calor ya no es regada por las sombras
y eso hace que las rocas del océano se marchiten. 






todo está en las líneas.

 nunca has volado y me pregunto
si te levantarás del borde. 
el tejado de la habitación
es el silencio de tu corazón.
el sueño de tu sonrisa acaba
y el cielo hoy parece inalcanzable. 





         •••
nunca voltees 

la botella al revés
que la risa en el estanque
puede desaparecer. 

cada calle del insomnio

se condena al manicomio.

yo no sé por qué

tu alma y tus desdobles
se consumen en las llantas
que dan vueltas
a los mundos acumulados
en las bicicletas. 


cada vez que tú vienes

casi nunca puedes venir.
la neblina oculta tu rostro,
los huesos de tu polvo
saben a inmovilidad. 




      •••
el viento se acerca

desde antes
y las huellas que secó
el silencio
nos pueden desahuciar. 


he visto a los pájaros

que se estacionan en los árboles
de un vecindario moderno,
he visto cómo se alejan luego 

y cuando los gatos disecan sus párpados

para jugar,
cuando la luz se cierra en su espacio,
me doy cuenta que todo es absurdo.
me doy cuenta que todo ha sido un sueño.


la soledad es la misma siempre.



todo es tan distinto
nada tan prolongado.

sólo me causa risa
esta ilusión.
la risa es el lenguaje indefinido
de los locos.

emigré a su mundo.



ya te lo dije

estoy fuera del mundo real.
siempre me gustó ser curioso.    





                  •••
ya no habrá lomas marinas

que me digan del por qué de mi soledad.
¿por qué mi palidez 
enrojece mi historia?
contaré con las espinas del tiempo
para ya nunca, oh, demencia mía
ya nunca más me agote al salir el sol.










la vela del sur asolea a la aurora

y se mancha con la piel del sol


se levantan las primeras vislumbres

al asear mis neuronas,
se bañan con el agua del miedo
se congelan en las aras del lodo. 


                         •••
el suelo se ahogó tirado en el miedo.

las paredes están rasgadas
respiro la soledad de mis brazos 
¿otro simbólico día de agitación?

                  








el río se interpone entre la marea

y el pánico de los pájaros
por eso tiemblo en el aserradero.


cuando el viento comienza a sonar

en el interior de recámaras abandonadas
bosquejo mi risa proyectada en las paredes 

sacudo mi cabeza

doy brillo a mis ojos


el canto de las hojas me hunde

en el sofocante comal de concreto.


entonces te pido:

imagíname detrás de los sueños


la cortina de las flores

se mancha en las dimensiones
aéreas 

y la lengua del silencio toca ya mi espalda:
panal del sueño, quita tu lengua del atlántico,

si no tuviera espejos que mirar en la oceánica rivera
miraría tu rostro sin contemplar el suelo o
tus ojos, tu silencio...










es extraño, esta vida refugia momentos extraños

pues me muerdo la piel como un loco,
como un desterrado mientras las plumas, volando
en la corriente del cuarto, nos dicen que otro día

acontece en los añicos de las mismas paredes. 
le pido al fuego quemar
al silencio que observa la tarde...



ya la playa, la palmera, la iguana del sol,

se apagan cuando soplo en la loma del viento. 


oh líneas de las ramas, tierra asoleada,

leo los sueños de mi gente dormida
en la arena de mi tiempo. sordomudo.


cuando las nubes me hipnotizan 

miro a través de mi sensación 

por eso imagíname detrás de los sueños,

el aire contaminado comienza a ahumarme.


imagíname detrás de los sueños

y verás aullar a las ruinas modernas. 
no me hipnotices a través del sagrado mito
que el clima tiene espejos lujosos
en sus órbitas
canalizadas por el

viento despoblado de ayer

escucha, si pudiera hablar tu idioma

podría mostrarte que no sólo
me puedes encontrar detrás de los sueños
sino también en tu corazón. 










sólo piérdete en el tiempo del caos

para poder caminar en el orden cósmico
había perdido mi vista en el desierto del consumismo
y ahora encontré salida a este túnel de muertos. 


flauta, piérdeme en el culo de la iguana

sólo una vez más, quiero ver el sol
(hace tiempo que ya no miro
las olas solares)

me baño de miedo

me desbordo 
pero nunca he conocido
la trayectoria 
del bosque


planta de calor,

soledad, pared, 
espinas, encías,
brincos, iguana,
león del sol,
brisa cronológica,
lluvia en el pasto,
casa de agua,
y todo esto
me pregunto si algún día
podrás salir de la ventana.






cada vez que se apaga, en mi mano,

el hilo del lunar
mi demencia reacciona


veo las paredes y edificios

desplomados en sus miradas
deplorados por sus ensimismamientos
y pareciera, me miran 


quita tu brazo del sonido que parpadea

y en cada una de sus escamas fija
la mirada atada a la evaporación


si acaso los destellos se voltean

regresa a tu mundo 


yo permaneceré aterrado

a la espera de una respuesta
y no quitaré historia al reloj. 


y nunca por lo que más quieras
me tapes con la cobija del sol

que puedes ahogarme en madejas de sueños
que no ves que mi atrapa-sueños ya no cuelga 
del cuello de la tarde y
podría pasar sin ver la cascada
del cometa. árbol. incertidumbre. 


el silencio se torna a mi habitación

pero la noche ladra allá afuera






aquí nadie se perdió.   aquí  nadie se perdió,

en el río nadie cayó.    solo se quedó el olvido.
la montaña me contó que el sol
nunca quiso darle su calor. 


el cerro y sus chaneques, sus historias 

que violan la escalera... en el ayer terminó.


sombras de las hormigas y algo nuevo que decir. 

muñeco, sácale tu ponzoña al pedante.
no termines con el microbio y su estupidez
que somos microbios de nuestros propios microbios

y sólo en eras luz puedo encontrar

un océano debajo de las piedras asoleadas. 













que tan sólo un segundo

el miedo contemple su mismo miedo. 
















manos de mi brazo,

perdónenme que hable con la puerta,
con el baño, con los postes, con la luz,
pero no me quiero sentir tan solo


no quiero colillas de cigarro

en mi rincón de tierra



hoja, pluma, sólo la quiero a ella


ella es el reflejo de la vía láctea,

y nunca se golpeará en las enredaderas.
ella sabe a manzana 
y huele a aurora. 


de aroma de papel, quiero naufragar en ella

que mis sueños es lo que quieren de mí. 
por eso me salgo a contemplar la tarde,
por eso me baño de mis revelaciones
para que mis pupilas de ella se empapen.










yo sé que aunque no puedo

transformarme en tierra
sé qué hay
en la noche. 


contemplo la caída 

de los rayos luminosos del poderoso día.
contemplo las imágenes desconcertantes
que rondan las cloacas 
y miro los brincos 
que empieza a dar la eructada rana
al descomponerse con la aurora
que se convierte en arena. 


aquí es un sitio para locos 

locos que desangran sus uñas,
no hace falta mirarlos
para conocer sus sentimientos
sépase de una vez. 



                     •••
¿por qué te ocultas en tus oraciones?

abre la reja y saca tus pupilas 
y tal vez le mirarás al pasado
esa sonrisa que no hace nada. 


            •••
¿por qué? ¿por qué

pueden nadar desnudos bajo la calle?
díganme, por favor:
¿viven en alcantarillas?














el cuarto está opaco

los abanicos serpenteando. 


la vida desbarata alcantarillas

la vida desbarata alcantarillas. 


los vuelos se van al pavimento,

las aras descompuestas,
llenas de velas. 


aquí están los ríos, evaporándose

en su propia corriente,
el agua ya no tiene olor 
y eso contamina los humos. 


el fin del ruido dislocado

en el llanto
es lo púrpura de los mares. 



Días de tedio 


Veo la vida transcurrir

y le digo adiós.
Me despido del barco que se aleja
como un pañuelo tendido. 


Veo a la hora del ocaso

una mano despedirse de nosotros.
El mar se agita
y amortaja a sus muertos
en su tarea cotidiana
de menguar lunas
sobre sus azulejos. 


Veo a la hora del duelo

el escombro de la duda
que nos deja el tedio.

Estoy harto.

Estoy harto de ver llegar

gente foránea con rostros malignos,
vacíos, sin identificación. 


Las veo llegar sin saludar.
Merodean los domingos,

aquí, donde nuestras voces
esperan el momento
de irse con el eco en la oscurana.


Y las veo asomarse

a todos lados;
como quien busca algo suyo,
algo perdido hace tiempo.

Se embriagan, nunca se hartan.

las veo asomarse,
hurgan sin cerrar sus ojos. 


Las veo venir descalzas,

las veo soñar, fornicar...
hacer gestos
sin querer despedirse
de todo lo que se les antoja. 


Te digo que he
visto pasar al sueño

pero no me di cuenta
ni cuándo ni dónde fue. 


  


         ruinas del tiempo 


                                  1

ya no existen nombres en mi mente ni en mi espacio,

sólo la necesidad de ver a través del espejo
y descubrir si en realidad se puede descomponer
al agua, al tiempo y a un propio reflejo
como lo es la ilusión,

fricción de tiempo

venas de sueño sangrando


no creo poder parar al viento.

siempre irá hacia el sol o a la luna.
no podré estrellarme contra el norte
porque un huracán asoleado me perdería
entre las venas de la eternidad. 


venas oníricas, velen por nosotros. 

eco de gatos recién nacidos,

toman de calabozo a los manantiales del campo.
me doy cuenta cómo la historia va quedando 
en las ruinas despobladas.
llueve arena del desierto en la ciudad,
ruinas fantásticas, de melancolía. 


                         2

desierto de la lluvia, báñanos con tu claridad. 

¡corramos tribu! ¡corramos juntos!
alejémonos del desierto que invade la lluvia
para que en la noche no nos goteen las arenas
que atemorizan a todo el pasado del fuego 

alejémonos a las ruinas del tiempo

corramos a las ruinas del tiempo en soledad.
como guerreros, tenemos otra guerra que librar. 


               3

¡aléjate! ¡no invadas mi sueño!

mira que estoy dormido en mi ilusión.
¡aléjate, miedo, y no me mires en el espejo!
empezaré una nueva construcción del tiempo
para alejarte... para alejarme




sombras en el pasado 


            1
sombras en el pasado

en un mundo de irrealidad.
líquidas y enterradas
por una ciudad que me hunde más y más. 


liquidadas y arruinadas

mis venas amorfas quedaron


la suave melancolía del mar lácteo 

se deja contemplar en primavera.
sombras que no puedo tocar
cuando son deshechos del tiempo. 

            2
¿cuántos sueños se me han revelado?

supongo que ninguno; nunca he dormido.
si quieres que un sueño se te haga realidad,
tendrías que dormir
en un abismo, un lóbrego abismo.


¿cuánta melancolía se vuelve agonía?

la del mar cuando se convierte en lágrima. 

                   3
nunca sabré lo que pasó.
aquello sólo es una leyenda en la soledad.
¿y esos sueños pasados?

nadie se dará cuenta de lo que pasó.

aquello sólo es una sombra en la pared
un legendario misterio, una mancha en los recuerdos. 


                        4

hay sueños que quedaron en el pasado,
que se nublaron,
pertenecen al pasado
¿y las sombras del silencio?
—del silencio son. 





estación del sueño 




la pantera en la noche

se desata como un monstruo
que nos devora los sueños, 
por eso vengo a convocar al viento
a que pase su última noche
con los leopardos,
a que se una

a nuestras
embotelladas

voces

que desatarán los nudos
de las gargantas  
de la ciudad







las veces que he vivido rondando al tiempo

en algunos lugares del clima,
en ocasiones le he pedido al espejo
que no se duerma
porque todavía hay cosas por reflejar 


vi tu rastro pero nunca lo seguí

el espacio nunca se prestó para que tus manos

contemplaran mi cuerpo













                 
cuelga en el espejo tu ropa de miedo,

cuelga en el espejo tus ojos de espectro,
expulsa el suave viento
que pesa en tu mente 


si el viento 

contrajera incienso

de océano

y lo plasmara
a la orilla de tus párpados 
nadarías en tierra mojada,
en tierras saladas

y correrías tras la manada

de barcos que se alejan

del crepúsculo

cuelga en el espejo tu ropa de miedo

las pupilas de los niños
podrían desbordarse de miedo. 






Dormido en mi sensación

Cuando duermo en mi sensación

las nubes parpadean
y las flecho con antenas.


Pájaros alegóricos desfilan

en el sonoro aire de la tarde.

Los acompañan filas de mariposas

que quiebran la oquedad
entre hierbas sinuosas. 


Cuando duermo en mi sensación

mi voz ya no da colores,
del aire flojo 
se descuelgan minutos 
y horas
que resbalan en la música,
eco del polvo. 


Monta ya la aurora su caballo

y se retira de los montes.


Yo no creo en la soledad,

sólo en mi vacío; 
abismo, longitud
de los hilos del cenit,
ceguera. 


En el aire florecen

las cataratas de mis ojos.
El mundo está callado
y sólo escucho un zumbido
que se aletarga cada vez más y más
a la llegada de nuevas ilusiones. 


El viento corre 

por estos rincones
con olor a pasado.
Trato de
no retener

la memoria.

Dejo que se alejen 
con un resabio en mi alma,
dejo que los pájaros 
se coman su destino y

manejo largas horas 

en mi órbita mental,
camino solo 
buscando en los más alejados
paisajes 
alguna risa 
que me devuelva algo. 


¿Qué me separa de tu mundo?

Perdóname, demente, 
hemos jugado un juego
del que ya estoy cansado.

El tiempo se lleva mis días, 
no veo ningún paraíso.
Sólo espero. 
No sé hacer otra cosa.

No he dejado de concentrarme

y reír, mirar, abrir mis ventanas 
y obedecer.


Pero mis sueños también son pasajeros.

Viajo en el mundo 
y los sueños del mundo 
viajan en mí.

Se siente ya el polvo de los pasos
de nuestros días, pero

parece que soy yo quien se aleja 
cuando duermo en mi sensación. 








Esquinas de cada lado...

La bicicleta, en el poste.
¡Qué largas son las puestas de sol!
Debajo de la marea del calor
el cenit del silencio se quema. 


La rueda da vueltas

a mis pensamientos.
Ya no encuentro aires que me envuelvan
para atravesar la luz del tiempo.
Es por eso que me vierto en mi espacio.
Es por eso que ya no quiero ver
el bosque de los párpados. 


Esquinas de cada lado...

Automóviles en sus órbitas de movimiento.
Sólo piérdete en los huesos de tu sensación
y abrígate del tiempo:
la neblina puede ser tu equipaje.
¡Qué largas son las puestas de sol! 












                            a
Contemplo al sol vestido de su tempestad. 
Si miras las olas
te darás cuenta que en los ríos
sólo hemos contemplado pánico. 


                            b

No sabemos realmente 
qué hay detrás de la oscuridad
hasta que alguien llega 
y enciende una vela. 


                      c

Los cisnes miran en las estrellas
en el espacio siempre es de noche.
Los gatos miran en las sombras,
nunca existió el tiempo 


no pueden deshilar

el cuerpo ni la serenidad.
Ya no he podido ver nadar
a los gatos en la oquedad.










letreros abandonados en las esquinas

nuestros sueños abandonarán la mente
al declinar el día
denle un silbido en su cabeza... un poste en sus manos
el triciclo no puede avanzar dentro de su cabeza
la parada del autobús no está en sus manos. 














El movimiento del microbio

está ante nuestros ojos.


Demente, apaga la vela del clima...

Desaparece del antiguo molino de horas. 
Si supiera hablar la lengua de la iguana
hablaría con el suelo.


El movimiento de las aguas del océano

está ante nuestros ojos. 

Quizás el mundo que nos vigila 

está escondido en los espejos.











No soy fotógrafo del suelo...

las ramas de estos árboles son frágiles
y el llano no tiene luz para fotografiar. 


Una marejada de aire

caerá del cielo
y no haré nada para respirarla.


Las iguanas no me escucharán

para venir a pasearse en el desierto.
Se abrirán sus venas 
escurrirán fiebre
y me rociarán de su sangre. 


Pero el público no aplaude 

y no pienso hacer algo para agradarte. 
El campo se hace luz hacia la esfera que ocupo.

Sólo quedan en el aire

las órbitas de luz que se apagan tras mi espalda:
eso hace que me vuelva más desconfiado. 


Tu sonrisa despeja a los océanos

para poder ver
el barco que se aleja en silencio hacia alta mar.
El estanque de luz es absurdo. 










El sueño no sale de las nubes

sino de la noche y 
cada vez que se sitúa
en lo largo de la pupila
me desdoblo fuera del mar
mientras mi otredad
deja su piel para disfrazarme. 


Mantén tu mano sobre tu cabeza

quizás sostendrás un poco mi aliento.

Cada segundo de psicosis

es un veneno en la piel de la mente. 


La espuma marítima

guarda la piel de un reptil,
estática... perdida... sin manera.
La corriente de aire no podrá llevársela.


La imagen no sale de las nubes

sino de la noche.

 







Esquinas de cada lado

bicicleta recargada en el poste
semáforo radioactivo inclemente
sismo onomatopeya circular
origen secular del niño diluido
cuerpo tendido bajo las llantas
aroma del solsticio aparente
esquinas de cada lado
esquinas de cada lado


por momentos veo tu sonrisa

y en realidad no sé en dónde estás
por momentos te contemplo 
cuando corres
y me asombro
me asombra tu capacidad
libertad libre de ti
pareces perseguida por un espejismo
quiere revolcarte, poseerte,

como si no supiera que en ti no existe 
el arraigo a espacios superficiales
mas parece que las olas te llevan de paseo

me preguntan los ciegos 

si realmente pasa esto:
—no lo sé. 
Los gatos no sueñan
sólo se divierten 
y entonces te pregunto si hay otro sueño
que ronde tras de ti
y respondes:
—no lo sé, realmente no lo sé. 














Tócame las espaldas

siente cómo tiemblo,
siente el frío de este espacio,
siente mi temblor en ti
que es así como me sufren 
los panales. 


Tiempos antiguos

viven quemándome,
callándome 

por eso, ayúdame a dormir,

ayúdame a romper 
con el mundo
que traigo acuestas
del ayer. 


Mira a través de mis ojos:

tus suspiros me tiran
como los panales me tiemblan
en las espaldas desgastadas.

Así tirado como estoy

sólo mis pájaros se alzan
y aquí quedo condenado
vertiéndome en la sábana
acurrucado en el sondeo
de la hoja sin nombre. 


Como quisiera enfrentarme

pero así tirado como estoy
ni siquiera la risa de mi esfera
podrá levantarme. 









Quiero creer que tu tristeza

se quedó escrita en un papel.
Niña enferma, ya no hay certeza.
No soy más que un tatuaje en tu piel 


La espuma de arena

ya no hace gárgaras
en las corrientes. 

Siendo en ti no soy en mí.


Qué nos ha pasado
después de acariciar
las orejas del llano. 


Nada:

aquí no hay nada.


Olor de perfume

me abrigas 
con tu diadema. 









Sólo hay agua,

agua en tus manos... como espiral
agua en tus senos que florecieron
entre mis manos.


Mis ojos se partieron en dos

una parte eres tú y el otro yo,
una es tu sal; el otro, mi piel,
una es tu mar; el otro, mi pene. 


El río se deformó

y la espuma se envolvió en las piedras,
el mar quiso desamarrar mis sueños
pero tu agua me mojó. 

Como si todo fuera ojos

partidos, cristalizados o nublados

voy, cambio de rumbo
ahora me dirijo a tu santuario. 
Quiero sonreír mientras te dibujo
en las láminas de mi sueño.


Espejo florido, avísame de los abismos.

No quiero doblarme ante tu fragilidad.
Ojo silencioso, ella está aquí. 
No puedo seguir viendo al silencio
cuando sé que nunca ha estado allí. 

En tu piel 

que estés bien
que estés bien
que estés bien. 





  
epitafio a un alma solitaria 
                                          
a la memoria de mi padre,
don Jesús Hernández Velasco:
músico, juglar y bohemio,
porque siempre tuvo
 una historia que contarme.



                1
Contemplo las vigilias del mar.

Las edificaciones que se hicieron
en el vuelo de los pájaros. 


La crueldad nos descompuso,

¿Cómo lo hizo? 
No lo sé.

Las ciudades ríen a carcajadas

mientras miro el cuadro de un gato.
No encuentro el sentido.

 

Puente, si te das cuenta las almas
están intranquilas, 
ya no hablan de su pasado 
¿tienen cubre bocas?


               2
No me canso de volar

en senderos de lenguas.
Lo único que me agota es ver el norte
soplando derecha a izquierda
mientras una sordera me invade
en los pantanos.
No está del todo mal saber que si te duermes en el espejo
te transformarás cada vez que machuques al viento.

(En un momento salgo,
estoy concentrado... ligereza.
Las lagartijas te contarán lo que he visto). 


               3
¿Aún tengo algo que decirte?

Sólo que no me dejes vivir en los cactus.

Mirada. Parpadeo de miedo. Camisa soledad. Ya es hora.

Flecha al temor. Mírame, ¡mira cómo quedo! 
El tiempo y la humedad se están extinguiendo

cada vez que sacudo mis ojos  
una muchacha se abraza a su insomnio.
Se aleja y se sienta en la constelación de autos.
Sostiene su puerta en la señal de su cuerpo ¿volverá?

Mi dominio se descompone en la luz. Mi mutación
se complica en las paredes de dibujos infantiles.

Permite que me ría de ti

pero al manicomio lo pintan así.
Su plumaje la contiene de reírse.
Cascada de dolor.
Es mi galaxia.

La sensación de la esfera me platica,

la percepción del viento me platica,
escucho con atención, 
                                 


               mi percepción se comprime:

ll
u
e
v



b
r
i
s
a
el panal de la amapola desborda al muelle.

Las alcantarillas huelen a humo. Llevo días caminando y la barba me crece.
Pongo atención a las anécdotas que cuentan los vagabundos,
pongo atención cuando el sol se retira
a su otra tarjea del tiempo
y permanezco inquieto
ante la bruma que se desata en la avenida. 


Se le acaba el color a las capas de la nada.

Se le acaba el color a los templos.
Se alejaba mi encarnación y corrí  para alcanzarla,
<adiós sonrisa de mi alegría,
y gracias por hacerme sentir muy bien>


Tomé asiento y pensé en el jardín del tiempo.

Nunca creí hallarlo, estaba sentado junto a mí


como copa. Las paredes se iban del lugar

mas permanezco inquieto fuera de los sueños
Las tijeras se perdieron junto con los anteojos.


Marco una señal con mi mano desnuda

en el silencio
mientras
la divagación nocturna
se va recortando en los tajos de los carriles,
vacíos que va dejando la gente 
en los bordes de la realidad 

y aprovecho el instante y pregunto al mundo cibernético

quién visita mis delirios. 
            No sabe qué responder


4

oscura quietud nos dejó esta ráfaga de sensaciones extirpadas, 
el río se interpone entre la marea y la espuma
y cada vez que eso pasa tiemblo 
el cerillo quema al foco del mar 


no quiero perderme en el desierto de tus manos

porque los sueños no terminan en el puente.

Líneas de luces nocturnas ventana descubierta 

¿por qué no puedo atravesar la puerta?
¿será que mi vida se nubló?


Basta de reír sólo cuando me da la gana

tu lámpara alumbra los suelos muertos             se apaga 
hice varias visitas a los ancianos:
en los asilos pondremos revistas pornográficas
y televisores que programen películas de asesinatos

los locos querrán venir a vivir en los asilos

para defenderse de la vejez. 

Pero nada notarán en los ojos de la risa, aquella nostalgia

ya no tiene sentido en las calles abandonadas
pues el silencio en el espacio se da cuenta de todo.

5
Pared, déjame dentro para que las banquetas

no me intoxiquen.
No quiero que los gusanos se coman mi piel. 


6
Me he dormido tanto

que ya no sé dónde están mis pies.


Aquí habita un bosquejo

que el casero olvidó esparcir
en la luz de las cisternas.
Y es que este silencio no ha sido derramado
en todas las calles que espinan, para poder gritar. 


Puedo caer aunque nunca me perdí.

Pude contarle mis secretos al sendero: 
cuando llegues a la mitad del puente
te encontrarás con el espejo.
Por favor no le cuentes del miedo 
porque las alas no te cuidarán,
no le cuentes de lo falso de tu soledad. 


Y me preguntas por qué hablo 

con las cosas
      —No lo sé.



















¡Enlútense, mis flores!

¡Enlútense, mujeres de rostro pálido!
Mujeres vestidas de negro
caminando hacia una noche sin velo.


Abandonen la sala de estar

rayos de luna. 

Ya no habrá más invitados a mi rincón funesto. 

¡Enlútense, mis flores!

Ha llegado la hora de retirarme
de esta vida.
Es hora de retirarme
a mi lugar de origen. 
















Esta obra es propiedad intelectual de Marco Antonio Hernández Valdés.