4/3/12

El hueco

El hueco

Esto, todo esto, Dios mío,
no me quejo, pero no es
como lo soñamos.
Hugo Gutiérrez Vega. Apuntes de mayo

1
salir 
casi a la fuerza 
y posarse ante 
los luminosos residuos
que va dejando 
el trayecto del sol
a la hora de la siega


con una voz vacilante,
casi autodidacta,
nombrar 
los atardeceres
sin siquiera saber sus nombres
—y aunque los supiéramos
ni uno mismo los entiende—,


contar sólo con la firmeza 
de las manos 
para enfrentarnos 
a esta lucha imaginaria
de cada día;
desatar la hecatombe 
la sutil revancha 
la encolerizada pamplonada
que arrasa con nuestras lágrimas
y fingir con la voz entrecortada
una sonrisa dolorosa antes llena de vida

2

¿qué infringida necedad abastecerá nuestra cólera?
¿qué sonrisa perforará nuestros pálidos rostros
vacíos por la intemperie que avasalla contra nosotros?
¿qué le depara a nuestra empedernida danza
ahora que convocamos nuestra angustia cercenada?

he arqueado farolas bajo el oscuro tajo de la yerba buena
dicen que es buena para los dolores de estómago,
he cantado y escrito, nada tiene sentido
¿nos derrotará el día aunque sepamos que se aleja
bajo el oscuro tajo bipolar de esta patética ciudad?

se están secando los inciensos allá en el otro cuarto
desde aquí escucho sus crujidos inclementes
los huesos se me presentan tumefactos, ardientes
sin el aliento que los impulsa a soplar 

los aeroplanos se hunden en el invierno de las nubes
nada abastecerá este segundo de inanición
en el que el alma convalece unida a la tierra
en el que los quejidos del putrefacto foco
entierra las cenizas del sueño, que parece otro 
al cerrar los ojos, y al apretarlos con los párpados,
a punto de sofocarlos, les hacemos daño

3                                     

¿volverá a caber luz dentro del hueco de mis manos?
¿habrá un soplo de aliento en estas brasas
que son los huesos debiluchos
o será inevitable su doloroso final?
nada es suficiente, querido mundo, para asestarle un nocáut
a los berrinches del niño abandonado, ni siquiera los restos
de esta mañana ya enterrada junto con sus significados

al llegar la tarde abriré mis brazos y celebraré su victoria:
la muerte proclamará su triunfo sobre el hueco
y la vida humildemente aceptará su derrota.




© Todos los Derechos Reservados.

28/2/12

Don Tauro y sus Pupilos

Don Tauro y sus pupilos:
claves para descifrar esta puesta en escena





“La especie humana lo exagera todo:

a sus héroes, a sus enemigos, su importancia.”

Charles Bukowski





Octavio Limón a mi parecer es un ingenioso actor multifacético, cuyas puestas en escena nos permiten observar que, con simples elementos, uno es capaz de crear una historia. Desde “Días de tele” nos ha dejado entrever todo un desván de ideas contundentes que reflejan su postura ante esta realidad, pues cada puesta en escena que nos regala, suele trabajarlas con sutileza para despertarnos el interés por el género. Entre risas y oportunos comentarios durante sus obras, el público respira un ambiente impregnado de sarcasmo, pero lacónicamente justificado. Así, en Don Tauro y sus pupilos, obra que nos muestra a un Octavio desenvuelto en los escenarios, aborda la temática que hasta ahora ha generado suspenso, sobre todo a quienes se dejan apantallar con el advenimiento de las profecías mayas este dos mil doce, y que hasta ahora han sido el pilar de la economía para los predicadores.



Para hablar de esta puesta en escena, viene al caso tomar prestada una frase de Charles Bukowsky, pues lejos de abordar la temática del dos mil doce como un evento trascendental, Octavio Limón nos reafirma lo ya citado por este último autor.



Con diálogos expositivos nos comparte su crítica a la realidad por la que estamos pasando, pues no se puede ignorar la guerra en México. Y si hay un dos mil doce en el que el fin del mundo estará presente como algo sustancial, habrá que analizar nuestra situación para darnos cuenta de que no hay castigo mejor justificado: nuestra realidad. El abandonarnos a promesas divinas no resolverá nada. Mucho menos el elevar plegarias o volvernos adeptos de una cofradía: oscuros guardianes de preceptos espirituales, con el afán de salvar nuestra alma, sin embargo la salvación de este planeta está en nuestras manos.



En Don Tauro y sus pupilos, nos plantea la parodia del personaje al estilo Anacleto Morones de Juan Rulfo, y nos hace pensar en leyendas pueblerinas que suelen girar en torno a un mito materializado por la voz del pueblo, pues hay la tendencia a personificar a los héroes o guías como las presencias divinas aquí en la tierra. Don Tauro tiene la palabra, es dueño Del Verbo, y su glamour radica en el poder que le han dado sus pupilos quienes creen incuestionablemente en la palabra de su maestro, el guía espiritual que nos habla del dos mil doce con un toque maquiavélico y jocoso. Con Don Tauro y sus pupilos está claro el mensaje: no hay por qué embobarse con maniqueístas chantajistas, charlatanes y redentores, puesto que no necesitamos líderes en nuestras vidas.



Con gran ingenio y un lenguaje conciso y directo, el autor de “La caja de cordero y otras historias” le asesta un nocáut con sutil gancho a los charlatanes y románticos advenentistas de las profecías, por cierto desvirtuadas, de los antiguos mayas. Con esta puesta en escena Octavio aporta, al ambiente cultural de San Cristóbal de las Casas, su granito de arena.

Instrucciones para encontrar al amor de su VISA

Instrucciones para encontrar al amor de su VISA

Más vale Macho por conocido
que chango-macho por chango-león

 
I



La solución al enigma postulado por la precariedad de un realista impotente ante las interacciones humanas en este plano superficial, radica en que aunque uno elija la opción de buscarse a la más fea (y fea contextualizada en los reverendos cánones de belleza planteados por nuestra erudita y solemne sociedad), para evitar, desde luego, ser víctima de un contraste o enfrentamiento por faldas de por medio, el desenlace es, será, y siempre ha sido, estomacal, radical e imposible, porque con el simple hecho de auto-ostentarse al lado de una dama, cuya condición se identifica como extranjera, ésta está al alcance de los pecaminosos deseos de los chango-leones, puesto que el rudimentario apogeo de estos últimos se postula con su destilación de feromonas en dirección de las ya citadas jovencitas, sea cual sea su situación ante la realidad —el punto es que los chango-leones no sólo destilan feromonas en una dirección fija, sino en dirección de todo lo que tenga o se manifieste con faldas en un plano que difiere del plano acostumbrado, y de todo cuanto se mueva en un radio de mil o más kilómetros a su redonda, pues su especie fue dotada de una percepción muy y demasiado aguda.

Ya ni ejercen dominio las ganas de interactuar por el gusto de hacerlo. Los chango-leones se expresan en las ansias de obedecer al sadiano instinto de tener relaciones sexuales nomás porque sí, o por proyectarse en un ambiente en el que llevar de la mano a una güera, sea atractiva o no, les redime y eleva a un rango superior, en el que ser El Profeta del sexo les relega a la condición de un bonobo cualquiera, o remite directamente a la satisfacción de sentirse más que los demás, (mi rostro sarcástico expresa su inferioridad ante tales menesteres) pues el expresarnos en muchas mujeres nos da un estatus varonil.

Los bonobos, que cito, que viven en comunidades descritas por los científicos como la relevancia de nuestro génesis, pronuncian su afinidad entre ellos mediante el sexo. El saludo protocolario es definitivamente ofrecer sexo. Y definitivamente, válgase el pleonasmo, el sexo es el tópico de conversación, creación de lazos y comunicación entre los miembros de estas comunidades. Así que no nos admiremos de que el chango-león, en un futuro sea considerado por los científicos como el espejismo rudimentario de nuestra primitariedad, pues tampoco se define, ni justifica esta sectaria manera de expresarse en otras sociedades, aparcadas en la mentalidad de un estado de sumisión, o condicionadas a un plan Etéreo o Divino, y, por qué no, con otras personas, puesto que nuestra arbitrariedad radica en que cada quien ejerce su propia voluntad en el uso de la cama o los espacios seleccionados para dichas empresas.

Por más que intentemos separarnos de este mundo en el que el chango-león lleva a cabo la labor de seducir y adquirir el amor soñado, el que los alejará y sacará de este país, nuestras expectativas se reprimen con el simple hecho de sentirnos dioses en un mundo donde sí hay Dioses para el acto de seducir y adquirir un espacio propio para definirse: hombre, demasiado hombre.

La anterior premisa requiere un profundo planteamiento, porque a la par de los sindicatos para músicos o trabajadores sociales, que protegen la dignidad de los mismos, podríamos plantearnos la idea de inaugurar y crear sindicatos, que posean la capacidad de defender y abogar por escuálidos y debiluchos compatriotas —entre ellos este humilde bazarero—, que, ensimismados en su lucha por adquirir reconocimiento y lograr interacción en un sub-mundo elaborado por artífices contingentes contra los chango-leones, se enfrenta, en su diario acontecer, contra esta ecuestre realidad.

Por las observaciones de este torpe bazarero, que lleva a cabo por el placer de ofrecer una perspectiva de la realidad en los bares de San Cristóbal, podremos apreciar un desglose de situaciones a las que se tendrán que atener las futuras parejas, que suelen visitar San Cristóbal de las Casas, en donde, aunque la novia venga con novio, se expone a las interacciones radicales con los arquetipos salidos de un comic de personajes súper-heroicos, imitadores de regimientos mayas, espejo del etnocentrismo, que reducen la realidad a una mera sarta de definitivas vanidades, en el que el escenario se explota y explora mediante esta lucha de contrincantes dignos de una pelea de gallos; escenario en el que podríamos enfrentar a Sade contra la Religión, para de una vez reconciliarlos (y congeniarlos) con un precepto y pretexto básico, que sólo por ser básico no deja de ser filosófico: el apareamiento como medio ético para preservar la especie. Aunque la iniciativa difiera un poco de la realidad, no otorga condones.

27/2/12

A los ojos de mi musa

OJOS EXTRAÑOS






El silencio en que existes tú es tan delicado.
Como el aroma del pétalo agitado
que cortaste en el jardín de los besos.
Ojos misteriosos, mirada extraña.
Tus ojos se abren como capullos selectos
el día de la creación.

Teoría del origen según yo

El origen 




Tal vez el origen del universo no es otra cosa que el producto de un berrinche de novios y sin embargo nos hemos pasado la existencia tratando de dar con el clavo para explicarnos, con teorías científicas, dicho origen. Si mi teoría tiene éxito me volvería tan famoso como Newton, Darwin o Albert Einstein, y mi nombre reposaría en el santuario de los póstumos. Si no les convence, al menos no descarten la idea.



Los hombres dedicamos todo nuestro esfuerzo para lograr ganarnos el amor de una mujer, y mediante nuestras virtudes tratamos de apantallarlas y ganarnos su amor. Quizás Dios hizo lo mismo. Creó el universo para mostrarse ante su musa como el Ser que es: Supremo, Poderoso, Virtuoso. La musa, maravillada de tales proezas, regalaba a Dios esas miradas de asombro aptas para la ocasión, pero no estaba dentro de sus posibilidades corresponder al cariño de un Ser sumamente Amoroso, Bondadoso y Perfecto. Quizás porque se sentía, digamos, empalagada o intimidada ante un Poder y un Amor de significativa Magnitud. Decidió nomás porque sí, que lo correcto era buscarse un dios, no menos importante ni tan poderoso como el Dios Virtuoso y Divino, despejado en su mente, pero que sí se ajustara a su perfil. Y ante este panorama que se abría ante sus ojos, Dios reaccionó a la altura de un simple mortal encolerizado por las circunstancias e hizo el berrinche de novios. Y no le quedó de otra que crear al hombre a su imagen y semejanza para desquitarse a la mala, desaparecer y abandonar su creación, a la que dejó sujeta a la entropía y decadencia, mismas a las que estamos condenados por obligación.



Lo que aún no sabemos, ni mucho menos nos hemos planteado, es que podemos desquitarnos de la misma manera: hacer el berrinche y abandonar nuestras minúsculas creaciones que podrían estar a la altura de Dios, pues fuimos consolidados a su imagen y semejanza.








Huir y dejarnos sujetos a la incertidumbre, a mi parecer, fue una sutil elección.