3/10/14

frente a mí, el mar caribe...

frente a mí 
sobre la arena blanca
el mar caribe reposa sus idilios.

ahí está el mar caribe. 
ahí está el mar caribe. 

lo resguarda la podredumbre 
urdida por los edificios de cancún. 

mientras contemplo la caída de su sol 
entre sus piernas 
sueño enfermo

ofrendas de tinieblas 
partiendo la noche fresca. 

luz empedernida 
cimiento de lóbrega bóveda, 
surge su penetrante colisión.

pero ahí está el mar
a un costado de las playas
reposando su quietud
entre las faldas de Isla Mujeres

ahí donde algo adormece en sus ojos
bajo su azul cósmico
hemos visto su relieve 
       verde una y otra vez
hemos visto esta esfera
       palidecer sobre su lomo

atardece y pronto iremos a casa.
los pájaros deben ponerse
y el sol temprano desaparecer



20/9/14

si fuera un dios

si fuera un dios benévolo 
uno con coraje, sin miedos,
uno que escudriña secretos,
que está dispuesto a vengarse
de sus peores enemigos,
dispuesto
a hacerte un interrogatorio 
con un detector de mentiras,
si fuera ese dios benévolo
créeme, nada me enfadaría
más que me dijeras
que crees en mí
solo porque el hombre
en su infinita soledad
está condenado a creer en algo
solo por creer 

7/9/14

reminiscencias

Últimamente me ha dado por extrañar lugares; incluso aquellos en donde ni siquiera he estado.

14/8/14

Noticias

Noticias de última hora

EPN invierte 1,345,657,980.23 de pesos en traer a 

especialistas europeos que se dedicarán a buscar dónde 

quedó la bolita.

29/6/14

Los pesimismos belicosos de un tal Walter Ego

                              Los pesimismos belicosos
de un tal
Walter Ego
Marco Antonio Hernández Valdés 


He aquí al Walter Ego, el fotogénico y renegado del pueblo, que cuando le quieren tomar fotos siempre responde como un majadero de elegancia: “nel, me cagan las fotos”. Extraño comportamiento cuya explicación la extraen de su niñez, cuando su mamá le ordenaba ir a la misa de las ocho de la mañana los domingos y siempre se negaba, pues su indiferencia por los asuntos divinos salía a flote con sus cinismos negligentes de cada mañana: quería ir a echar la cascarita con sus compañeros de escuela, y la mejor parte del partido lo iluminaba cuando las porristas lo aclamaban cada vez que iba a anotar un gol. Pero Walter Ego es fotogénico y no se lo cree. Se podría decir que él es el más fotogénico de todos los del pueblo, según nuestra concurrente Felícitas Aniego, que no deja de mirarlo y lanzarle adjetivos contundentes, listos para culminar los coqueteos del día con una contienda en cama.
Algunos otros sugieren que el mismo Dios quiso mostrarnos su divinidad en su rostro, otros que su procedencia comienza a formular desconfianza en los del pueblo. Hasta ahora nadie sabe de dónde salió.
Cuando mira a las muchachas, lo hace con cierta ternura, que es la ternura más sincera que se pueda uno imaginar, pero detrás de su aparente sonrisa angelical, habita un demonio al que todos detestamos. Su fingida dignidad deificada por mujeres de otros pueblos, comenzaba a acarrearle malos recuerdos desmenuzados en las cotidianas borracheras nocturnas con Felipe Noh, al que no le quedaba de otra que ofrecerle su casa cada vez que los corrían de la cantina. Compraban un par de caguamas y la noche los sorprendía a altas horas en su trayecto a casa del Felipe, cantando desafinadamente el cielito lindo o el me cansé de rogarle. Aunque el colmo de los males se presentaba cuando a las novatas del pueblo, lejos de causarles un sentimiento de odio, las atraía el verlo tan sonriente e inocente, aún en su faceta de borracho infeliz.

En nuestras reuniones nos mirábamos unos a otros tratando de encontrar sentido a este enigmático personaje, que ahora formaba parte del arguende y de los menesteres de barrio, aunque su diáfana existencia sólo lograba soltar más enigmas de los ya planteados. Era difícil saber qué hacía aquí y qué quería realmente.
      
Para la gente común y corriente, su presencia significaba la mismísima presencia de lo divino, pues se movía de acá para allá sirviendo para lo que se pudiera ofrecer y nunca le faltaba un consejo gastronómico, indulgente o psicológico, para contentar la rabia contenida de los encolerizados a muerte y sus ojos parecían los ojos de los seres divinos. Pero como ya dije, su presencia entre nosotros sólo destilaba un hálito de aspecto infernal, y nos era imposible aceptarlo como parte definitiva de nuestro abigarrado grupo de borracheras, los domingos en las canchas del fútbol o después de la misa de diez de la mañana en la cantina de Temo Condecente.
Bueno, y a todo esto, el único que lo aceptaba como parte de su familia era el ya citado Felipe Noh, pero porque tampoco lo queríamos; y siempre que teníamos la oportunidad defecábamos cualquier pendejada con tal de que se alejara de nosotros. La fusión de estos dos entes sólo provocó que el odio se extendiera sin razón alguna abarcando un radio de varios kilómetros a su redonda, incluyendo, desafortunadamente, a gente que los frecuentaba o se sumara a su decadente logia.

       —No sé qué les hice, si yo hago lo mejor que puedo para ser mejor.

Por si toda esta carta de recomendación fuera poca para destruir a nuestro Walter Ego, debemos exponer que le faltaban dos dientes, por consecuencia de alguna riña al provocar la ira desencadenada de algún desquiciado guardia de seguridad en un bar del centro. Este conflicto le generaba recuerdos inconsecuentes que alteraban de alguna manera sus estados de ánimo, por lo cual se mostraba ante el público como el más multipolar que pudiera existir en el mundo. Cada vez que abría la boca salpicaba fonemas incoherentes, incomprensibles, que sólo empeoraba las relaciones con la gente, víctima del hartazgo de nuestro eminente personaje, que me mira irreverentemente cuando se me sale contar a gente desconocida el cómo y por qué sucedieron las cosas, pues al finalizar mi historia los demás ríen a carcajadas, también echándole en cara al tal Walter Ego ser una mariquita chillona incapaz de defender su honor. Pero Walter Ego es incapaz de defenderse. Por eso busca la amistad del Negro, el único en el pueblo capaz de derribar a cinco policías de un madrazo.


Walter Ego busca la aceptación del grupo, pero siempre lo mandamos a la chingada. Nos busca porque lejos de querer nuestra aceptación, se quiere tirar a la hermana del Temo, y nunca tiene para comprarse o invitarnos las caguamas. Lo cual genera un ambiente de incomodidad entre los comensales. Lo miramos y saludamos al entrar a la cantina, pero una vez adentro nos hacemos los pendejos y fingimos hablar de asuntos de importancia portándonos tajantes con el susodicho, y cada vez que esto pasa, lo miro y pienso que su vida ha sido un martirio para todos. Sin embargo es tan valioso que el simple hecho de pensar tirarlo a la basura me irrita. Me irrita tanto que hasta las cosas que se reflejan en su interior, tienden a ocultar la realidad de este lado de donde me miro.