Capitulaciones: Las batallas cotidianas de este bazarista
Discurso
leído a manera de homilía a sus dadivosos detractores, que gozan injuriando el
movimiento cultural del son jarocho en San Cristóbal de las Casas, pues el responsable es el que procede
Este
aguerrido y encolerizado bazarista, atrabancado a más no poder, prejuicioso
pero de los que fueron criados con la mentalidad de hace dos siglos, dadivoso
de elogios y panegíricos para los desalentados, aliado de sus enemigos y
desconforme con los que lo alagan, alargado pero no tanto, sincero y licencioso
para los protocolos, cantador de oficio pero muy desafinado en las tertulias de
importancia, arquero de decisiones imperiosas y constructor de auto-críticas
solemnes, calumniado por su afinidad con los anti-redentores por excelencia,
lector de lecturas paganas y detractor de las suscripciones a revistas del
conocimiento perpetuo, conmina a sus arrogantes calumniadores de mirada
contumaz a que dejen de insultarlo sin argumentos que lo ameriten, pues de esas
tibias e insensibles críticas ya está hasta la coronilla, y ya bastante
tiene con sus auto-elogios irreversibles e intrigantes a altas horas de la
noche y en lugares profanos y no muy bien vistos por los elegantes ojos que a
esta ciudad inventan.
A sus detractores de mirada vigorizante
e intimidante, de pérfidos criterios sin fundamento alguno, de mirada ominosa
anunciadora de calamidades y maléficos propósitos, de triviales raciocinios y
primitivos juicios, irredentos a más no poder, calumniadores de la verdad y de
una mirada apócrifa que los delata, retrógradas malintencionados, libérrimos de
solsticio, anuncia los siguientes retos, que a su juicio parecen oportunos:
1.
Que abandonen su inquisitoria actitud hacia su
persona por nimiedades que no ameritan las acusaciones dirigidas en su contra.
2. Que al
salir de sus divertidos juicios le apaguen la luz, porque sufre de una vista
cansada y no se permite desvelos ni una intensidad superior a los 50 watts, sugerencia de su médico para análogas referencias.
3. Que no
le calumnien de explotador, déspota, carcamán, caimán (o alguno de sus
derivados), cuando se refieren al respeto que debe ofrecer a los ancianos.
Alega que no le conocen y según sus referencias de confianza, es buen oidor,
charlador y anfitrión en las tertulias con sus mayores a quien les guarda
respeto y admiración.
4.
Cualquier crítica o insulto dirigidos a su
persona deben sustentarlo los argumentos debidos para que no se hable nomás por
hablar, que para escuchar a parlanchines repetir el mismo discurso con tintes
de monólogo sabatino, le bastan sus dos loros de antesala.
Este
abrumado bazarista, aventurado en sus andanzas, porfiado y menesteroso, ofrece
en intempestivo detrito una mirada afable y una benévola sonrisa a sus
encolerizados detractores.
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