también tengo mi amor
me enamoré de mí mismo
en el momento equivocado
en las circunstancias menos propicias
en el café menos concurrido
a una hora en que todos
agarraban sus cosas
listos para pagar sus cuentas
y largarse de ahí
me enamoré de mí mismo
ante un espejo con postales
ante una mesera cuyo nombre
quedará borrado por la amnesia
provocada por la cruda;
me enamoré ante la mirada
recelosa de los comensales
que se marchaban de ahí
ante un número telefónico
que me olvidé de anotar
ante una muchedumbre de
moscas trepando por la ventana
ante el sonido mustio y triste
de una caja al ser tecleada
para hacer la cuenta
de las mismas tristes comandas
que los meseros entregan a
sus clientes marchitos
por su dejadez
y así, entre el cántico de una rockola
cuya canción no escuchamos
entre lentos y lerdos sonidos
del crujir del croissant
me enamoré de mí mismo
la mesera nos dejó solos
y no quise invitarme a bailar
por miedo a ser visto
por los ojos curiosos
de los meseros que a esta hora
injurian en silencio a los comensales
hartos de lo mismo
y no sé qué vaya a ser de mí
pero si escapo esta misma noche
si dejo la propina y me embarco
en mi viaje
lograré algo
aunque por supuesto
siempre habrá la opción
del “hubiera”
del “hubiera”
por detrás
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