8/11/11

Una despedida tardía: un tributo urgente



Una despedida tardía:un tributo urgente

A todos los que se fueron
y llenaron de alegría
esta minúscula existencia

A la memoria de mi padre:
don Jesús Hernández Velasco

“Al finalizar el plazo
de su vida, el hombre vuelve
a la tierra que lo envuelve
con su maternal abrazo.”

Elías Nandino. Eternidad del polvo


I

Hace poco descubrí tardíamente una voz inconfundible y llena de vida: Amy Winehouse, cuyos discos no dejo de escuchar en compañía de una cerveza y algunos recuerdos vagos que merodean en mi memoria tratando de encontrar un punto de reconciliación entre el pasado y el presente. Decimos del pasado (o al menos eso pienso): aquellos días que se nos esfuman y, de algunos, no fuimos partícipes. Del presente: a veces se desperdicia en tantas supercherías, sin que uno sea consciente de ello, y se nos va al pasado sin detenerse a observarnos en su retrovisor.

         Se podría decir que de la única manera en que nos detenemos a echarle un vistazo al pasado es mediante la presencia material que las personas, celebridades o amigos dejan como indicio de su paso por esta existencia; personas que nos cautivaron durante su estancia.


Hacía tiempo que no me atraía tanto el talento y las hazañas de un personaje como Amy Winehouse, uno de esos extraños genios que nos muestran con su vida los motivos necesarios para despreocuparse y desligarse de las atracciones modernas que nos implanta el sistema, y condicionan nuestra felicidad. A veces, por mera ingenuidad pensamos que los genios existen para eso, y en ocasiones nos parecen extraterrestres que vienen a cumplir una misión incomprensible, aunque sólo logremos aturdirlos con nuestros ordinarios condicionamientos y apegos, muestra de que somos simples terrestres atados a nuestros quehaceres cotidianos de los que es difícil deslindarse, y por los cuales nos es imposible entender sus motivos, pero eso es otra historia.

A esta categoría pertenece Jim Morrison, uno de esos genios multifacéticos cuya tambaleante disciplina fue cuestionada en su momento. Crítico severo, que mediante la acción rompió y cuestionó el sistema implantado, era el poeta rebelde al estilo Arthur Rimbaud, y el cantante prodigioso, al que sólo importaba satisfacer sus placeres e invitarnos a la fiesta reservada a todos, y, sobre todo, mostrarnos una forma extraña de practicar el des-apego.


Amy Winehouse poseía una voz prodigiosa capaz de cautivar al público, y de abrirle ese umbral que separa a los genios del resto, para permitir el paso a su mundo mediante la música. Poseía una voz capaz de dar carácter a las notas y acordes, una voz joven de fraseo particular y disciplina indudable, que nos muestra que somos capaces de ser genios en un instante de nuestras vidas apegadas al televisor o a las diversiones implantadas por el sistema.

Para los que lloran a Amy Winehouse, deberían saber que a ella se le llora en notas, en una estructura a su altura: a un contrapunto que sonaba a Amy Winehouse

                                                                    II
Decir que Amy Winehouse nos hace pensar en las leyendas del jospel sería reducir su condición virtuosa a la triste condición de copia falaz de esta generación de cantantes implacables, del tamaño de Ella Fietzgerald o Nina Simon. Por el contrario, Amy Winehouse nos hace recordar aquellas divinas voces, que no es lo mismo. Sus influencias son claras. Cuando escuché por primera vez una de sus canciones, le pregunté a la persona, que escuchaba uno de sus discos, si se trataba de una de esas viejas cantantes del jospel. Su respuesta me intrigó al darme informes de esta cantante inglesa contemporánea, en cuyos discos nos muestra que sigue la misma línea, y para la que uno puede preparar unas palabras sin haberla conocido, pues su música aún permanece con nosotros. Tampoco puedo esconder la impresión de asombro que despertó en mí. Me atrevo a decir que cuando uno selecciona una lista de reproducción, Amy Winehouse siempre tendrá un lugar en la lista del culto a los póstumos y en los altares de día de muertos en México.

III
En ocasiones nos abordan cuestiones de tristeza ante la pérdida de algún ser querido y la pregunta más práctica es: ¿por qué esa persona y no otra?

Existe en este plano de existencia gente tan despreciable (que ha actuado de tal manera que nos hace pensar, incluso, que se esmera tanto para ganar el desprecio de las demás personas), y por la cual nos encontramos con el dilema oportuno: si de nosotros dependieran la existencia y el poder de decidir quién se queda o quién se va, seguramente nuestras listas negras serían tan selectivas con tal de devolverle la estabilidad a este planeta.


La idea de la muerte puede causarnos un trauma o un miedo misterioso, pero el misterio sólo radica en el miedo y los traumas que se desglosan de la idea misma del morir, lo que me recuerda unas líneas de Back to Black:

                            We only say good-bye with words

         verso que interpreto reafirmando el comentario que Juan José Arreola, ser dotado de serenidad, ofreció a unos reporteros que le manifestaban su tristeza por la muerte de Octavio Paz: ¿A qué tragedia se refiere usted?¿Qué ha ocurrido? Y me dice: la muerte de Octavio Paz, pero eso no es una tragedia. Octavio ha muerto de una muerte natural, y como yo espero y todos esperamos, creemos que ha muerto en paz. Sólo nos decimos adiós con las palabras, con el alma y el cuerpo es imposible. Siempre quedarán rastros, indicios materiales, de los seres que amamos en este mundo, para recordarlos y tenerlos presentes en la memoria (inclusive en la misma tumba en donde reposan los restos mortales de nuestros seres queridos). El amor es energía, y todo cuanto se mueve en este universo es energía. Es imposible despedirnos de algo que permanecerá con nosotros para siempre, aunque no sea en ese estado material al que estamos acostumbrados. La muerte es sólo un paso repentino a otro estado de la materia y de energía, según mis reflexiones.

         A este respecto, no debemos mostrarnos con un rostro de santurrón limitado a las enseñanzas de una instrucción reverencial ante este paso oportuno en días en que nuestra limitada condición de seres humanos nos es muestra de la divinidad proyectada a otros mundos. En algún lugar, en otro plano de existencia en donde no se tiene concepción del tiempo y espacio, están haciendo más música al ritmo de otra forma de hacer voces. Ay de nosotros, que nos quedamos a decidir qué le depara a este planeta tan contradictorio, diverso y paradigmático.

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