Dos que surcan las calles a altas horas de la noche
Dos que surcan las calles a altas horas de la noche en medio de la lluvia jugando a mojarse jugando a decirse historias
No yo, tus dedos reconociendo mi cuerpo
tus siempre mojadas manos
estructurando una caricia
construyendo en el aire
la brisa húmeda de tus labios
al encuentro nocturno de los míos
al lado de mi cuerpo tus cabellos
tiritan en abismos misteriosos
en recuentos de memorables momentos
agitados con el pañuelo del tiempo
No inframundo ni esquelas
nada ceremonioso
Una mueca impertinente
un aullido estridente
y su demoledor hastío a la solemnidad
rompe con la oscilante seriedad
para que nuestras risas fecunden
la armonía en un distraído ritual
que hemos inventado para nosotros
y me dices que te gusta que riamos
que qué bueno que no me tomo la vida tan en serio
¿te responderé que por ti me atrevo
a montar autos a la luz del ruido
inminente de las calles?
No. A penas la luz tersa de los
candiles dibuja su fuga,
la lluvia empeora
(los ventanales a penas y son tocados por su tempestad)
y
preparamos la huída
a los almohadones de un cuarto
alejado de las estridencias
San Cristóbal de las Casas, Chiapas.
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