Más
que lista para el grito este dieciséis, Amy Cathouse posa para las cámaras en
su letargo total para estos días, pues no nos debe sorprender que los acontecimientos
que hoy azoran a nuestro país, son motivos suficientes para echar un vistazo a
nuestra historia y a algunas lecturas para hacer un ligero esbozo de criterio
en torno a ésta.
Esta “pinche” gata maliciosa, que no desaprovecha
ni un momento para hacer de las suyas, se tomó su tiempo para releer algunos
párrafos selectos para recordar el memorable grito de independencia y, sobre
todo, para preparar la garganta y entonar alguna que otra canción tradicional
que nos levanta el orgullo, y acompañar su velada con tequila y aguardiente, lo
que nos hace pensar en una Amy Cathouse desollada por sus inconvenientes.
Para
el gato mexicano promedio, los héroes se colocan en altares y sirven para ser
venerados y admirados por sus adeptos, lo cual origina un sentimiento de
desapego en Amy, puesto que, no pudiendo soportar sus ímpetus, se apega a la
resolución benevolente de aparentar no hacer caso de lo que los otros gatos
piensen de los íconos en los que se les obligó creer. Mientras se lava las
patas y broncea su panza, echada en el patio de la casa, recuerda aquellos días
de la primaria, cuando sus maestros recitaban en un tono de aburrida homilía
los acontecimientos relevantes que hicieron de nuestro país una Nación
independiente, y le parece que seis años de historia es suficiente para
programar a una persona, y sobre todo, para proclamar a una persona el héroe
sin incidencia en este país.
Cuando se topó por primera vez con Los
pasos de López de Jorge Ibargüengoitia, cuestionó su sentido de honor,
bifurcando sus alegorías en torno a la vida consecuente de un héroe ficticio al
que sólo le importaban los derechos de una clase, y concluye con que es
necesario replantearse la historia, y bajar de sus pedestales a personajes
siniestros que, lejos de causarle inspiración, sólo nos arraiga un sentimiento
apegado a un símbolo. Con humor y crítica, Jorge Ibarguengoitia nos cuenta el
movimiento de 1810, con un sentido humano. Los personajes no se parecen a estas
estatuas a las que les guardamos respeto y alabanza, puesto que nos los presenta como debieron ser realmente: simples seres humanos cuya importancia en la historia es determinante, y no como una fantasía menesterosa, su sarcasmo radica en presentarnos una realidad farsante en la que el mexicano está condenado a abordar
la vida como una tragicomedia.
Para celebrar el grito, Amy Cathouse nos invita a
sentarnos a la mesa y en vez de tomarse un tequila o una cerveza para celebrar
una fiesta que ya se convirtió en parranda, mejor nos replanteemos nuestra
situación ante esta fiesta, y nos preguntemos por una vez en la vida: ¿por qué
y a quién celebramos?
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