1/10/12

Los funerales de septiembre o las enseñanzas de doña Amy Cathouse



Los funerales de septiembre
o las enseñanzas de doña Amy Cathouse
(la ancianidad de las promesas)

A Amy Cathouse le gusta jugar con fuego, muy a pesar de que le gusta la mejor parte, según ella: quemarse. Hace una semana huyó de casa, y no le bastó con dejarnos con el Jesús en la boca, sino que aparte gozó con nuestro sufrimiento durante una semana, ¿qué hizo y a dónde fue? Sólo Dios sabe. Sin embargo volvió muy ufana y ufanosa, celebrando su ausencia con el orgullo de ser una Gata muy a  la mexicana, que se jacta de formar parte de una Nación que creció al brillo de un sol ensangrentado, sometido al crisol de una madrugada derivada de sus aconteceres, y, abandonada a la frigidez de un tiempo, que anuncia el advenimiento del apocalipsis, anadea de tal manera que parecieran no importarle los acontecimientos relevantes del país. Pero su desgracia no se resume en unas cuantas palabras, va más allá. A donde los límites de la mente no pueden surcar por doquier con libertad. Una libertad basada en un contrato social entre los humanos. Ni siquiera a la altura de los pájaros: especies cuya condición le causa envidia a esta gata aburrida de su gatitud.
         Su incredulidad se debe al nefasto proceso político al que recurre la humanidad, pues para sus capacidades gatunas que se reducen a simples maullidos, querendosos jugueteos y jocosos ronroneos, es difícil entender por qué nos comportamos como nos comportamos. Para su sapiencia animal, las posibilidades de subsistencia franquean las probabilidades y el azar. Lejos de adaptarnos a un espacio, tiempo y demás atmósferas, nuestra adaptación ahora forma parte del folklor citadino que nos obliga a pertenecer a una sociedad, y no a ser parte de ésta. Para un gato, entender nuestra incrédula manera de enfrentar la vida diaria, es un tanto para morirse de risa. Hemos etiquetado todo: nuestra comida, nuestra ropa, nuestra realidad, nuestro proceder, manías, personalidad, etc., suficiente teoría para una gata menesterosa, que ama las parrandas sobre los tejados de San Cristóbal de las Casas.
         Los problemas existenciales que la aquejan, es que a partir de la reforma laboral va a tener que aminorar sus viajes solitarios, porque ahora está en peligro de extinción nuestro presupuesto anual. Y no es para menos, ahora tiene que pensar en los problemas que se desglosan de este inconveniente, puesto que reduciremos lo habitual de comida, y tendremos que sacarla a pasear atada a una cuerda en busca de los restaurantes en barrios de mala muerte para obtener un pedazo de pan para saborear los malos tiempos y recordar los mejores como se deben recordar: con una sonrisa tajante que nos recuerde, también, que estamos en el camino y que siempre adelante.
         La vida común y corriente de Amy Cathouse se reduce en dos palabras: disfrutar y dormir, mientras se soba sus patas y desliza su lengua por su espalda, miro sus ademanes y me recuerdan un poco de humanidad. Me miran sin preguntarme: ¿qué vamos a comer mañana? Sólo puedo repetir una y otra vez: no se preocupen, todo va a estar bien.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario