Dosis de lo mismo para llevar
Una mañana cualquiera, pero de lluvia, me di a
la tarea de comprar una caja para enviar por paquetería unos instrumentos de
son jarocho. La tarea fue difícil pero amena, gracias a que con un amigo
elaborábamos una metáfora perfecta de la democracia mexicana, aunque en
realidad la ilustró una situación igual de burda, como las situaciones que se
prestan para poder obtener el resultado perfecto de una democracia fallida.
Mi
total desconocimiento de la ciudad me obligó a pedirle ayuda a mi voluntarioso
amigo que me acompañó a todas partes a pesar del hambre que nos doblegaba a
ratos. Una vez que tuve la caja en manos le pregunté: ¿qué prefieres: ir a
buscar comida y luego vamos a tu casa a envolver los instrumentos ó vamos a
envolver los instrumentos, los enviamos y después buscamos algo de comer? Su
mirada generosa me daba una respuesta contundente, pero sus expresiones la
reprimieron cuando articuló sin tantos miramientos su intempestiva pregunta:
¿tú qué propones? Y sin pensarlo dos veces le contesté: que vayamos a tu casa,
envolvamos los instrumentos, vayamos al correo postal, los enviemos y
terminemos de una vez con esto para comer tranquilamente. Sin mostrar asombro
alguno me dijo: si quieres enviar los instrumentos ahora y después comer, ¿por
qué pides mi opinión?, a lo que contesté a manera de disculpa y en un tono
dubitativo: porque ¿así funciona la democracia?
Esta
respuesta fue muy a la mexicana, y la reacción de mi amigo fue a la altura de
un delicado y soberano humorista: ¡ah! La democracia mexicana. Y justamente su
acusación me asestó un golpe bajo, pero contundente y preciso. No nos debe
sorprender que así funcionen las cosas en el país, hacernos creer que en
realidad nuestra opinión cuenta es parte del cinismo de esta institución. La
ilusión de sentirnos parte de un país construido con sangre derramada, me hace
pensar en lo lejos que estamos de entender los procesos democráticos puesto que
para la democracia debemos estar ilustrados, no sólo sentir que la aplicamos en
un contexto ridículo, sino tener la información necesaria y estar conscientes
de que para que se viva una democracia debe uno ser responsable y sobre todo,
aceptar esta responsabilidad, según mi opinión, habrá quien tenga otros lúcidos
comentarios a esta burda situación.
Una vez le comentaba a un amigo que deberíamos
apoderarnos de los medios sin profundizar mucho en política, pues la política es
el terreno en donde nos están dominando, pues piense o externe uno sus puntos
de vista, la política funciona igual de ambigua como el pensamiento de los
políticos mexicanos, y por ende pisamos terrenos tenebrosos y desconocidos. Entonces
le decía que deberíamos hacer como siempre se ha hecho con la cultura, abordar
la situación con un movimiento contra-cultural. Un ejemplo claro es el son
jarocho, el blues, el jazz, etc., que son movimientos contra-culturales que
surgieron en un momento de la historia y hasta hoy en día siguen vigentes. En su
momento era una protesta, era la consigna contestataria de los grupos
disidentes y generalmente olvidados o marginados en el tiempo en que les tocó
vivir, pero creo que jamás imaginaron que su movimiento cultural habría de
atravesar fronteras y habría de sobrevivir los peores momentos.
El
problema inmediato es que el sistema siempre succiona estos movimientos, los absorbe
y después nos los vende en sus changarros siniestros. Pero las proclamas persisten
a pesar de los tiempos, y estos mismos sucesos importantes deben ser los que
nos inspiren a crear nuevas tendencias contra-culturales que se adapten más a
las necesidades del pueblo que a las necesidades intelectuales de los
burocráticos, o la cultura que nos implanta el sistema.
La mañana avanza y después de dejar los
instrumentos en el correo postal, me digo que siempre hay tiempo para vivir el
momento, y que pase lo que pase, siempre estamos en el camino. Habrá momentos
difíciles, pero para ello deben persistir los momentos que nos llenan de vida y
nos inspiran. Hay tanto por hacer en el país. Sin embargo, esta sonrisa
desdeñosa que celebra otro día más, no será la misma cuando me halle lejos y
desde donde esté alcance a escuchar los gritos desesperados de mi país, mucho
menos cuando yo mismo me pienso educado en esta cultura. El resultado: soy
parte de lo mismo pero en distinto contexto. Mi menesteroso amigo es culpable
de mi auto-crítica, le invito la comida e intento reparar los daños que
pudieron causar mella en su nerviosa personalidad. Le digo que de hoy en
adelante intentaré resolver mis problemas psicológicos, y a ver si logro algo
para ser más democrático con mis amigos.
Galway, Ireland.