9/11/12

Memorias del viaje


Memorias del viaje
OberKirch, Deutschland
I
No quisiera parecer un pesimista, pero al café que tomo esta mañana le hace falta azúcar, y a estas alturas prepararme un té me parece tan superficial, como la atmósfera que se torna triste y de un color otoñal. Echo un vistazo por la ventana y afuera los árboles se están secando. Las hojas vuelan de un lado a otro y me sirven para rememorar los momentos importantes de este viaje. Les hago un espacio en mi memoria y me adueño de ellos tomándolos del pelo y aprisionándolos en los subsuelos más hospitalarios de mi memoria. Ahí los combato y les hago frente ante la barbarie de mis cinismos internos. Los doblego poco a poco y los plasmo en la hoja sin ver realmente el contenido hasta que obtengo el resultado de mis recuerdos ya frente a mí.  
         Al pensar que regreso, me surge una incrédula pregunta: ¿a dónde? Pensar que se regresa siempre conlleva a muchas preguntas falsas, deterioradas por la edad y los apegos. No tengo a dónde regresar puesto que los límites de mi cordura allanan con mella mis tormentos pragmáticos. Comunidades enteras de pensamientos forman la legión de la tarde en mi mente. Conmemoro mis decisiones y entablo una plática sincera con la gata que ronronea sus recuerdos. A mi lado los periódicos empolvados ya no predicarán sus portavoces; “Nichts Neues” reza el tabloide en grandes letras verdes. Por la mañana reímos un poco ante este descubrimiento.
         Hago memoria y de entre estos escombros luminosos se asoman varios rostros prensados a los lugares que visité, pero me limito simplemente a observarlos. Les dedico una sonrisa y bebo un sorbo del arruinado café de la mañana. No tener a donde ir es lo más sensato que me he dicho últimamente; sobre todo porque al pensar que todo mundo regresa y se moldea a la idea de los trechos surcados en su aparatosa memoria, sólo sirven para invocar nuevas rutas, que los moverán a sus desesperados destinos. Le echo otro vistazo al diario y evoco otros momentos desolados. Los que me permitieron reconocerme en la esencia de una humanidad dividida por idiosincrasias, creencias, límites territoriales, y todo ese festival de jurisdicciones que nos separan a unos y otros, y me digo que a ningún lado voy porque en el lugar donde me encuentre es el lugar indicado para mí.

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