20/11/12

Libro: Dormido en mi sensación

Les comparto fragmentos de mi libro. En el original aparece en Aria editorial. 
Todos los derechos reservados 



 

Dormido en mi sensación

Marco Antonio Hernández Valdés


UN PROLOGO, SALVO EXCEPCIONES –COMO EN TODO – no sirve de gran cosa. No es necesario leerlo, finalmente es la interpretación de alguien sobre la obra de otra persona. Cuando, además, la obra que se prologa son poemas; la subjetividad, la interpretación tan individual, hace que lo que se diga, no tenga prácticamente importancia alguna. Entonces, continuar leyendo estas líneas es infructuoso, es innecesario, es ocioso. Mejor sería entrar de golpe a las palabras de Marco Antonio Hernández en esta aventura dentro de sí mismo.

Así pues no es necesario que siga usted leyendo estas palabras, insisto, ahí están las de Marco. Sus palabras son sobre todo la confidencia honesta. Bien dice uno de los personajes de Gabriel García Márquez en "DEL AMOR Y OTROS DEMONIOS": "entre más honesta, mejor es la poesía". Y sí, en mi opinión, hay momentos en los que el hálito poético se muestra pleno en las palabras de Marco Antonio, esto sería suficiente para convencerle a usted de arribar ya, de lleno, a las palabras del autor.

"Nunca voltees la botella al revés, que la risa en el estanque puede desaparecer", algo hay de aires Carrolianos, de Alicia, del país de las maravillas. "Veo a la hora del ocaso una mano que se despide de nosotros. El mar se agita/ y amortaja a sus muertos/ en su tarea cotidiana/ de menguar lunas/ sobre sus azulejos "; y son las sombras, el tumbo de las olas, la mar salada y sus poetas los que vuelan entre las palabras de Marco Antonio.

Momentos hay también de siglo viejo: "sueños que quedaron en el pasado, que se nublaron, y esos son del pasado / ¿y las sombras del silencio?, del silencio son. "Monta ya la aurora su caballo y se retira de los montes", y me acercan a Antonio Torres Heredia, a la larga Andalucía, al "camborio de dura crín", diría Lorca.

Suficiente para tomar ya los poemas de Marco y beberlos, reconocer sus sabores en los nuestros, su dolor en el nuestro, sus imágenes, su grito, su honestidad, su temor, su soledad en la nuestra; suficiente para dejar de leer estas líneas y abrazar las palabras de Marco, dejarse abrazar y abrasar por estos poemas, tan cercanos, tan sentidos, tan dormidos, tan latentes en nosotros.

Octavio Limón,

San Cristóbal, Chiapas.
Diciembre de 2011


 


A mi hijo Darío Naidú
que por aquel tiempo venía en camino
A mi madre
y a la memoria de mi padre,
Don Jesús Hernández Velasco:
músico, juglar y bohemio,
que siempre tenía
una historia que contarme.

este libro signifique un homenaje.





CORTOMETRAJE

(Fragmento)



I

Miedo...
Me transformo — ¿por qué? —no lo sé.
Oreja de la pared, transfórmate. ¿En qué? —quién sabe,
tal vez en la boca labial de mi transmisor.

II

Sacaré un permiso
para poder reírme.
El reloj donde vivía
se retrasó.

Deshilo al tiempo y nunca desobedezco,
deshojo al encino y nunca me ahogo,
desbordo el espacio y nunca humedezco
la alfombra de la piel del gusano.


III

Besar al tiempo puede ser cruel,
lombrices carcomen esta frialdad
en las paredes...

No se puede seguir así. Vivir como cuerdos.
La estaca en la ciudad de las penas
me empieza a matar.
El tornado nunca me enredará
aunque sople con agallas,
mis manos ya no tienen miedos.

(La soledad es la misma siempre).
Los únicos que me están mirando
son luces de otro espacio.
Me tienen en la mira,
me quieren deshilar los ojos.
Quieren saber por qué le grito
a las ranas.

IV

El hijo del río
nunca marcó la línea
que nos separa del espacio
con su propio pulgar.
La línea, la línea
del plato
no dejará verte más.

La forma perdida,
estática y simétrica
de la madera del cascabel
ilustró los contornos
del manicomio.

V

El borde guarda una imagen en su centro.
Te pediré permiso y desgarraré
toda, pero toda mi piel.
La espuma me guardará en la luna
y mi cuerpo ya no volverá
al día de tus ojos.
Lo sé.

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