Las vicisitudes en las interacciones
sociales dentro de los bares
a altas horas de la borrachera
Las vicisitudes originadas en torno al planteamiento de un espacio para llevar a cabo las prácticas amorosas, producidas por las feromonas (durante su proceso de alocamiento) tras una noche de jarras, cervezas y búsqueda de eso que llamamos el amor de nuestra VISA (en un contexto sancristobalence), radica en que entre más rudos y malos nos veamos, más nos acercamos a imitar la imagen de ese enigmático prototipo de hombre deseado por la mayoría de las mujeres que, en su ritual de apareamiento, buscan al más fuerte, viril y enamorador de todos. ¿Por eso vienen a los bares?
Estas vicisitudes se plantean sobre todo en la manera de interactuar y agradar a la güera en cuestión. En cierta ocasión, en una de mis visitas a un bar, recuerdo que nos sentamos un amigo y este bazarero con un par de mujeres cuya procedencia era Tabasco. Nos arrellanamos para poder ser parte de su plática y entablar una relación que no fue más allá de un simple intercambio de emotivas frases reservadas para la ocasión. Al lado de nuestra mesa, un impecable séquito de hombres seductores y dispuestos a obtener una noche de pasión a cualquier precio, miraban con desdén nuestra hazaña: traspasar esa primer barrera que obstruye el paso al siguiente nivel, comenzar una pedestre charla digna del tópico argumentativo del chango-león, uniformado de su trivial traje de conquistador en masa, que le aumenta puntos ante debiluchos e intelectualoides como nosotros, que en nuestro simple intento de preservar nuestra escuálida especie, brindamos nuestro humilde corazón, que es lo poco para ofrecer a damiselas como las de nuestra mesa, que al final de la noche, y a pesar de nuestros intentos de obtener su atención, caerán en las redes de nuestros amigos: los chango-leones.
Quebrar el hielo o hablar a calzón quitado representa una parte primigenia en el borrascoso mundo de los bares. Sobre todo durante aquellas noches cuando el sabor de la salsa está al punto clave y permite el agasaje. De fondo los contrapuntos prometen algarabía y sabor. Cuentan los expertos que el beso dentro del baile es una manera atrevida que da resultados favorables. 1.- si la mujer acepta esta práctica, que se aleja de los convencionalismos y tratados de respeto entre las parejas de baile, quiere decir que está dispuesta a pasar al siguiente nivel, que es el del besuqueo y agasaje corporal (actividad que entra en cuestión, puesto que en una de tantas noches fui víctima de mis arrebatos al dejarme llevar por mis emociones y sobre todo, por mi instinto de satisfacer a toda costa mis urgencias. Acepté bailar con una chica jacarandosa que me invitó a participar de sus deleites, puesto que el baile, antes cadencioso, declinó en una danza de apareamiento absoluto, sin tantos planteamientos u coqueteos de preámbulos fantasiosos, pero sólo quedaron ahí). 2.- si la mujer deshecha esta práctica, su semblante, ojos, expresiones, gestos, qué se yo, apelarán al oportuno dicho: el respeto al derecho ajeno es la paz.
Más tarde, cuando nuestras compañeras habían optado por retirarse, nos unimos a otras dos que ya habían robado nuestra atención, y de las cuales una se parecía a Amy Winehouse, (curiosamente me senté a platicar con ella). Uno suele sentir nostalgia de la vida, de los lugares, de las charlas sustanciosas, de la tertulia ocurrente, de las noches bohemias, de las noches lozanas; nostalgia irreprimible de platicar amenamente con una mujer, y enfatizo, de simplemente sostener una rica y amena charla, pues es el ser sublime que ha inspirado tanto nuestras vidas: ¡Oh! mujer. Con el simple hecho de intercambiar unas palabras con ellas, uno suele satisfacer esa parte que nos demanda tener un contacto humano, aunque sólo sea para decir: hola ¿cómo estás? Esta noche corrí con la suerte de lograr una interacción amena.
Para mi mala fortuna, el chango-león que parecía un águila acordonando a su presa, se auto-invitó a nuestra charla con el tópico representativo de su especie. Corté de tajo su intervención, descargándole una bofetada con guante blanco, y la traje de vuelta a nuestra conversación, que ya estaba dando buenos resultados. Fue cuando se me ocurrió escribir las crónicas de este bazarero en el universo arrabal de los bares, con el título ya conocido: Instrucciones para encontrar al amor de su VISA.
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