Instrucciones para votar
Ir
a votar representa una odisea que forma parte del teatro implantado por un
sistema que de antemano conoce los resultados que ofrecerá al pueblo. Todo
concluye en el momento exacto: se acabaron las boletas. El teatrito incluye un
par de horas aguantándose uno las ganas de cagar o mear, y sobre todo
aguantarse la impotencia ante las arbitrariedades de los representantes del
IFE. El ir a una casilla especial también incluye cuatro o cinco horas de
espera y sólo para que nos digan que ya no podremos votar. Un caos, un
verdadero caos. Un siniestro caos antecede el imperioso aroma a suspenso.
Ante la sentencia del IFE, la persona frente de
mí de un salto arremete contra el representante una serie de pestes que, lejos
de ser groserías altaneras sólo expresan la impotencia de una ciudadana capaz
de hacer valer sus derechos. Inmediatamente se unieron a la causa otros más
grabando la discusión y expresando de igual manera su inconformidad por el
procedimiento. “Ustedes dicen que sí funciona pero no, son una bola de ineptos
que nos hacen creer que trabajan para nuestra seguridad. Quiero votar, no me
pueden negar mi derecho”, transcribo más o menos lo que le gritó al muchacho
del IFE, que temblaba ante la ira desatada por una ineptitud.
Nos dicen que sólo mandaron 750 boletas
por casilla especial. Pero —y cito a un paisano que formó parte del comité de
contingencia formado para auxiliar a esta señora—, no me cabe en la cabeza que
un sistema no tenga idea de cuántos mexicanos hay en el país. Un gobierno que
desconoce a su pueblo. Y ¿los mexicanos que no pudieron votar porque no tienen
credencial? ¿A dónde van a parar esas boletas? Desde hace un tiempo se siente
en el aire un silencio sospechoso, que lejos de sospechas e imaginaciones nos
envuelve con la incertidumbre. ¿Se veía venir este fraude?
El evento anterior me hizo pensar en las
fuerzas sobrenaturales, energías negativas y vengativas, ese misterioso hedor
de los mil demonios, la putrefacción de lo inevitable, en el secreto que existe
en las urnas y su trasfondo oscuro como la tumba a donde van a parar los
secretos menos pensados. Se incrementaron mis sospechas cuando nos aseguraron
que sólo habían enviado 750 boletas para las casillas especiales. La cuestión
es, qué pasará con los que les quitaron el derecho de votar. ¿A quién irán esos
votos? Se siente una tensión en el ambiente. El aire corre frío de ira. La
lluvia anuncia ese fraude. El viento frío de la noche nos envuelve de su fatal
misterio. Y las dudas acarrearon más preguntas: ¿cuántas boletas se quedan
suspendidas en el abismo?
No
todo puede irse a la ruina. De las lágrimas podemos retomar las fuerzas
necesarias para enfrentarnos a la adversidad de lo incierto. Este cambio
comenzó al ver que surgieron movimientos como el yo soy #132 en México y en
otras partes del mundo. Quiere decir que el mexicano promedio, que formaba
parte del silencio, comenzó a expandir una voz que fue a dar a otros
continentes dejando en claro nuestra capacidad de analizar los procesos por los
que ha pasado México.
El cambio en la mentalidad del mexicano
nos muestra lo cansados que estamos de los gobiernos corruptos. Otro fraude
sólo acarreará la creación de más movimientos que se sumarán a las voces
fastidiadas del sistema.