Antes de
leer les manifiesto mi respeto por los animales, los humanos, la vida en este
mundo y en el universo y lógicamente actúo de tal forma que no dañe o atente
contra la vida. Pero eso no significa que tenga que condicionar mi opinión para
darle la razón a la mayoría. Tampoco quiero lavarme las manos cuando tengo el
derecho de expresar una postura, y más cuando se trata de un caso surrealista,
a la mexicana.
La semana pasada, la imagen de un perro crucificado se volvió viral en la red.
Todos saben de cuál se trata (este bazarero prefiere describir la imagen de
manera superficial, a modo de que el lector sepa a qué se refiere. Querría ser
consecuente y no desatar la ira encolerizada y ni siquiera el morbo de los que
suelen visitar este Blog). Aaron Pino Martínez se volvió una víctima más del
Bullying en los medios, tras haber recibo incluso amenazas, de un pueblo
enardecido, que reacciona ante esta imagen, pero es incapaz de reaccionar a
problemas de mayor trascendencia como el caso PEMEX o la reforma energética.
Conforme pasaron los días, este mismo personaje cometió el error de enmendarse
vía youtube ofreciendo una disculpa y una aclaración de los hechos. Para su
mala fortuna, la composición de la fotografía era deprimente y de la misma no resultó
ningún mensaje positivo para acreditarla como una sublime composición
artística, pues se prestó más para el morbo que para su apreciación.
Días después, el Maldad grabó un video en el que analizaba detalladamente
puntos trascendentales que podrían servir como mediadores en el problema.
Enfatizaba puntos que este bazarero ya se había cuestionado, y que parecen ser
preponderantes para servir como apoyo a los mediadores del caso. La mayor parte
de la gente se pronunció rápidamente en contra de Aron Pino con comentarios
sumamente emocionales como: deberían crucificarte a ti también, eres un
psicópata y mereces morir, deberían colgarte de los huevos, frases intestinales
e increíbles que sólo nos dejan entrever que el verdadero psicópata y enfermo
mental es aquel que profiere una amenaza dictaminada por la sed de odio. Hasta
ahora no puedo creer que los medios logren ser un canal de catarsis para
vomitar toda la porquería que uno lleva dentro, cuando deberían ser utilizados
con ética y profesionalismo. El periodismo incluso me parece cada vez más
patético. El periodista común y corriente en México, lejos de ser un ente
neutral que disipa las noticias con veracidad y honestidad, ahora se encarga de
aplastar y vengarse de la gente a como dé lugar. A este último género
periodístico se le llama amarillista y su imaginación viaja a la velocidad de
la luz, como el vocero La voz libre, que tergiversó la noticia dando por
sentado los hechos.
Se ha hablado de los derechos de los animales desde siempre, y este bazarero ha
sido testigo de las atrocidades cometidas por entidades demoniacas, surgidas
del menesteroso mundo de la farándula san Cristobalence. En una ocasión un
español con pintas de activista que se paseaba a gusto con su perro en el
andador de Guadalupe, de pronto le propinó una patada a un perro de la calle.
Un argentino reaccionó al instante y le dijo: No le pegues a Solovino es un
perrito callejero, a lo que el activista contestó con una cara de mamón: “mmm,
pues con razón se comporta como salvaje, si no lo tienen amarrado…” y al pasar
enfrente de mí le grité: al que deberían amarrar es a ti compa, tienes un genio
de la chingada. Y es en serio, qué culpa tenía el perro callejero de los
embates que la vida le pegaba a su verdugo que desafortunadamente no fue
captado por ninguna cámara en plena acción.
El asunto
Aaron Pino me hace pensar en María Candelaria. El lector que vio esta película
dirigida por Emilio Fernández, sabrá que María Candelaria era una indígena. Un
día un pintor quiere hacer una pintura de ella desnuda. Sólo logra pintar su
rostro, y cuando quieren desnudarla para pintarla de cuerpo completo, se niega
y huye, a lo que el pintor propone: “Casi tenía yo la seguridad de que iba a
pasar esto. Los indígenas son así, y por eso no he logrado arrancarles sus
virtudes…”, sin embargo el pintor terminó el cuadro con el cuerpo desnudo de su
asistente.
Cuando una vecina descubre el cuadro, inmediatamente corre a alebrestar a la
gente de Xochimilco, que al ver la pintura se encabrita y decide echar a María
Candelaria de su Chinampa. “Échenla”, gritan. Un contingente de gente ofendida
y dispuesta a todo, la persigue hasta el pueblo a donde ella corre por ayuda,
pero finalmente le dan muerte a pedradas. No sé si esta película sea bastante
para explicar que si se comete una injusticia por otra, eso nos hace peores que
el criminal.
La escena,
sin embargo, me parece tan grotesca como ese capítulo de los Simpsons cuando a
Homero lo estigmatizan como el gran pervertido por haber quitado del trasero de
una niñera un dulce. Sólo se comprueba su inocencia por el intendente Willy que
curiosamente estaba por ahí y grabó la escena. Homero limpia su honor, sin
embargo la gente ahora se abalanza contra Willy. En el caso Aaron Pino no
existe un Willy que haya grabado la escena para comprobar su inocencia. No
obstante, sus inquisidores quieren sangre.
Seamos congruentes, en México pasan miles de crímenes ante nuestros ojos. El
Maldad menciona sobre el nombramiento de Patrimonio de la Humanidad a Las
corridas de Toros en Baja California, y sin embargo los inquisidores ponen el
dedo encima de Aaron Pino como si se tratase del culpable absoluto de los
abusos contra los animales. Seamos sinceros, no somos capaces de
autoanalizarnos y aceptar nuestras culpas, y por eso necesitamos un chivo
expiatorio que cargue con todas las culpas del mundo. Qué patético. Llevamos
años hablando del derecho por los animales y hasta ahora sólo se ha puesto de
moda la denuncia por casos “lights” como dice el Maldad, mientras las atrocidades
y casos de violencia pasan ante nuestros ojos sin que nadie les tome en cuenta.
Hace unos días me pareció curioso que haya quien defiende a los
pseudoperiodistas que promueven el linchamiento o el Bullying en los medios.
Cuestioné a un tipo llamado Falcone: ¿por qué no utiliza los medios para
denunciar la violencia de género en Chiapas? Últimamente me han llegado
noticias de asesinatos, violaciones y desapariciones de mujeres, y tal parece
que a este chiapaneco sólo le interesa una denuncia ligera que no ponga en
riesgo su vida. Uno de sus defensores comentó que estas últimas denuncias sólo
competen a las autoridades correspondientes. Qué irónico, mientras a Aaron Pino
lo quiere juzgar una comunidad enardecida, los casos de discriminación y
atentados contra los derechos humanos deben ser denunciados ante autoridades
correspondientes.
Este caso
me hace pensar en una cuestión que me gustaría que se aborde de la manera más
madura. En México no existe una cultura de denuncia. Aprueban leyes pero no hay
una educación para aplicar esas leyes. Tampoco existe un mediador que sea
objetivo y neutral para poner el orden y explicar la manera adecuada de
utilizar una ley. La ley de Herodes nos recrea exactamente esta situación.
Recordarán que Vargas reinventa la constitución mexicana para extorsionar al
pueblo. Prácticamente es lo que está pasando en este caso, un grupo de amigos
se manifiesta en contra del maltrato animal, les aprueban leyes y piensan que
la manera correcta de fomentar el respeto por la vida es convocar a un
linchamiento. ¿En qué parte de esta historia la Ley funge como tal?
Mi postura
ante este hecho es neutral. Y vuelvo a repetir: respeto la vida, a los
animales, los seres humanos, a este planeta, las culturas. Y claro, también
pido justicia. Que a Aroon Pino se le dictamine un plazo de tiempo para que
investigue quién hace estos abusos. Si encierran a este chavo o lo lastiman
injustamente, los crímenes contra los animales en su ciudad no van a cesar, al
contrario continuarán; con la única diferencia de que ya no habrá más Aaron
Pino a quien echarle la culpa.
Para
concluir querría decir que los comentarios en contra de Aaron Pino son una
descarga emocional muy fuerte, que sólo pude experimentar horror. “Entre la
peste sólo tus manos” canta Saúl Hernández, y no me refiero a las manos de
Aaron Pino, sino a mis manos y a las de mi familia. La peste: ese odio
frustrado que carga cada persona.
María
Candelaria
(Xochimilco)
Argumento
Original de Emilio Fernández
Adaptación
cinematográfica
de Mauricio
Magdaleno y Emilio Fernández
http://youtu.be/P0i-yu87FkA
Video Blog
del Maldad
http://www.youtube.com/watch?v=UC27X_wS7G8