El chango-león parece ser una moda
Nadie sabe que se es chango-león hasta que alguien viene y nos lo restriega en la cara. Esa es la otra cara de la moneda. La condición de ser chango-león se interpreta en el momento mismo en que nos lo hacen saber, puesto que no existen reglas que nos esbocen de manera fidedigna qué es un chango-león.
En cierta ocasión, salí a pasear con una chica que me gusta hasta ahora y, de pronto, le tomaba la mano, abrazaba o masajeaba en vivo y en directo, sólo para dejarle claro al mundo, que esta mujer me gusta. Después de salir del cine, llegamos a una mesa donde había tres tipos con un amigo y una chica. Al presentarnos, no faltaron los comentarios alusivos a la belleza de mi compañera, lo cual me hizo sentir más orgulloso que enojado. Sin embargo, uno de ellos, que a simple vista podría pasar por una persona decente o normal, se empecinó en tratar de ligársela a pesar de que, y reitero, dejé en claro que estaba ahí tratando de hacer mi lucha.
Incluso solía saludar al tipo cada vez que lo encontraba en la calle, pero aquella acción me dejó en claro que un chango-león no necesariamente viste de alguna manera particular, ni necesariamente se la pasa en los bares tratando de ligarse a una güera, o lo que es peor y pudiera parecer racista, no necesariamente pertenece a un extracto social como muchos se lo plantean hasta ahora. Están en todos lados. Se están apropiando de nuestra realidad; pero la suposición es también extremista puesto que, como ya comenté en un artículo anterior, la condición bonobo nos remonta a la era de las cavernas. Nuestra condición se empareja cuando nos declaramos precarios, pero sensibles. No es moral ni nada por el estilo. Pero deseo una tranquila y confortable existencia, donde el respeto al derecho ajeno cumple su papel.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario