Los problemas existenciales
de mi abigarrada
gata
Amy
Cathouse, mi gata, dice que si no hubiera de otra y tuviera que elegir a otra especie como
optativa para aparearse, optaría por un conejo por todas las
ventajas que de esta elección se pudieran sacar partido: sexual, económica y
socialmente; aunque el único beneficiado económicamente sería yo. No me extraña
que mi gata quiera sacrificar sus veleidades sexuales por una causa noble, en
estas circunstancias otra salida sería inútil, el país está condenado a sufrir
el martirio de martirios y la situación es de por sí deprimente, bastante para
lo que un gato puede soportar emocionalmente.
Si
existiese la remota posibilidad de obtener un híbrido de un gato y un conejo,
ella se apuntaría para formar parte de dicho experimento. A estas alturas de la
vida política en México, otra cosa sería imperdonable. Su total pesimismo (y su
sentido de humanidad) surgió a partir del fraude electoral previamente
anunciado. Según su criterio el fraude no es otra cosa que el resultado de un
absurdo reality show al que el mexicano promedio dio tanta importancia gracias
a la televisión, que sirvió de molde perfecto para tan maquiavélico plan, cuya
idea no es otra cosa que el producto de una mente totalmente destructiva. Se
anota un nocáut el retrógrado sistema al que pertenecemos.
Por
otro lado, a Amy le producen nostalgia y una extraña añoranza las películas de
antaño, y sobre todo las que tienen un tinte de crítica social. Lo cual le
origina más pesimismo, sobre todo ahora en su nueva apariencia de gata diurna,
quizás porque le hemos negado las gotas de alcohol o el consumo de otras drogas
subversivas, pues su anterior vida no pudo ser menos que una vida plena de
placeres mundanos, que la dejaron como la dejaron: un animal indefenso al que
los recuerdos gratos del sabor a bebidas embriagantes sólo forman parte de un
vil recuerdo rezagado en su pasado.
A todo esto, la Ley de Herodes le
produce un sentimiento abnegado a sus razonamientos. No puede creer que sesenta
años atrás, el país fue víctima de la misma faramalla. Le provoca asombro la
consecuente tragedia que se repite sin mostrar rasgos de ineficacia; es decir,
que parece ser que los mismos eventos que azoraron al país hace sesenta años se
sigan repitiendo hasta el cansancio sin producir un mal sabor de boca en los
mexicanos. Hubo movilización, sí, pero parece que se apaga poco a poco en este
túnel a donde van a dar todos los intentos de cambiar el rumbo del país, aunque
en el fondo, el mexicano indignado por los aconteceres se volvió contestatario.
Parece una pesadilla de la que nunca vamos a despertar, piensa Amy. Lo malo, es
que ella está condenada a presenciar la misma decadencia durante sus próximas
siete vidas. Por eso optó por sacrificarse en ver si al menos sirve de algo su
pobre vida, obtener el híbrido de un gato y un conejo: el gatonejo.
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