Pequeño
tratado de cosas:
14-oct-2004
Marco
Antonio Hernández Valdés
El poenauta[1]:
es notable su interés por hacer que yo exteriorice mi opinión acerca de los
elefantes rosados y su lógico rechazo en los zoológicos de las ciudades. Yo
creo que hasta ahora sólo se ha subestimado a la gente, puesto que estamos
locos en diferentes grados. Es decir, si la locura no rigiera el mundo, de
locos, y subrayo la frase, seguiríamos vivos. Digamos que este mundo en el que
vivimos está descompuesto. Ahora, pregunta a quién le gusta vivir entre la
porquería... si consentimos embarrarnos de caca los zapatos; si consentimos los
abusos, la corrupción: me pregunto qué es lo que realmente impide a los
encargados de un zoológico enfrentarse a un animal de tal magnitud: porque
admitámoslo, un elefante rosado podría provocar locura; o peor aún, la
propiciaría, que para el caso es lo mismo. Debería de haber una materia que se
llame Principios para abordar la locura.
Así la gente estaría mejor preparada para este tipo asombros. (En ese momento
calló, estuvo a punto de decir algo que al parecer olvidó).
Marco Antonio Hernández: Bueno. Magnífica tu opinión acerca
de los elefantes, pero lo que me atrae a ti es mi interés en publicar una
entrevista, en primera, y en segunda conocer un poco más sobre tu obra escrita.
¿Cuál sería tu punto de partida? ¿Qué escritores influyen en ti para inspirar
tu obra?
P: pues creo que todo comenzó en un monstruo. En sí es un
experimento. Un tratado de todo lo que es mi contemporáneo. Esas partículas que
hacen el mundo; que lo crean con una salvaje parábola en la que está envuelta
toda la existencia humana. Los árboles, las hormigas, el heno, el cielo...
podría pasarme toda la noche mencionando esas partículas que son
particularidades (aún no sé si efímeras o eternas) envolventes y de mucha
importancia en mi obra poética. Sea la prosa o la poesía; en este caso no creo
que las formas sean relevantes en la creación artística.
El primer
libro que leí fue uno de terror (siempre busqué un equilibrio entre
terror-ficción y realidad, es decir, entre las maravillas que la imaginación
propone como posibilidades (ficción) y los modelos de los que parte el poeta;
en este caso, la realidad concreta). El libro se llama El Resplandor, libros que logra confundirte entre lo que es la
realidad y la ficción. La historia es tan simple, pero Stephen King depura el tema de una manera extraordinaria. Hace
poco me topé con Ernesto Sabato y su trilogía que comienza con: El túnel, continúa con Sobre héroes y tumbas (donde da a
conocer su cruel informe sobre ciegos) y cuya historia la cierra con un libro
fascinante, endemoniado (si es que este adjetivo expresa la potencialidad de la
capacidad creadora), Abaddón el
exterminador (el autor tantea el extremo; entra en duda la literatura:
¿Dónde comienza la realidad y en qué punto deja de serlo para convertirse en
ficción? Este libro inspira terror por la constante revelación de sus
personajes). Y después de leerlo no creo que la verdadera belleza escrita
consista en la complejidad de los temas, sino en la espontaneidad del escritor
y de cuán capaz sea ante este flujo (que después de haberlo despertado es
impredecible a los ojos mismos del creador) para dominarlo y no dejar que lo
domine a él.
MAH: Sin lugar a dudas en alguna de tus obras se manifiesta
el espíritu de, como tú los llamas, estos monstruos. ¿Podrías hablarnos de
alguna de ellas?
P: Por su puesto... sólo quiero que quede claro que la
influencia en sí es una inspiración: he leído diversos géneros y en la
diversidad está el conflicto. Escribo porque me siento solo, la soledad es una
máscara. Digamos que me siento un payaso que esconde su soledad... sin embargo,
la soledad es un castillo en las nubes. No me gusta compartirla con nadie, y
esto permite: me sienta relajado cuando los demás están a mi lado, sin que
ellos sepan que siento un alejamiento de mi ser para con ellos; mi espíritu no
está en convivencia con algún grupo. Huyo a la gente, tengo pánico... Es un
pánico extraño. No me siento seguro de la realidad en la que vivo... detesto
que me miren cuando camino en la calle. Pero me relaja sentir que no me miran a
mí, que miran a un payaso que comete equivocaciones. En los momentos cruciales
es cuando tanteo la realidad... involucro a la demás gente en un juego que sólo
me concierne a mí jugarlo. Pero esta vida es como una comedia que consiste en
tres actos: la creación o el origen, el movimiento que nos ata al tiempo y el
regreso al origen. Todo se me presenta absurdo en la vida; es decir, nacer y
morir como dos contrarios. Por eso comienza uno por embellecer el mundo que nos
rodea, de modificarlo... y al finalizar la obra, el creador de la belleza
universal será quien califique nuestras obras de manera alternativa. Si bien la
vida me parece absurda, es porque hay quien nace para atarse a una existencia
monótona; es ese quien está dispuesto a atenerse a la Rutina. Quienes logran
escapar del tedio provocado en las ciudades han liberado sus almas de esta
sumisión... Mi mayor obra, luego, es mi propia vida. Si fuese pintor expondría
sólo marcos en caballetes. Sólo soy un poeta que, sin embargo, sólo se protege
de la vida...
MAH:
Muchos te critican, dicen que eres un falso y que tu obra es sólo una llamarada
de atención, un momento de ocio, que interpretas como lucidez. ¿Cuál es tu
postura ante tus críticos?
P: ¡Verás! Me da gueva
pensar qué responderles: digamos que al externar su crítica ponen en evidencia
su incapacidad de crear. Tradúcela, si quieres, como envidia. No me hago
responsable de sus sueños. Pasemos a cosas más importantes.
MAH: ¿De dónde proviene el nombre de Mimario? ¿Qué te motivo a escribirlo y qué relación hay entre el
nombre y el contenido?
P: Aunque no tenga importancia anotar el momento de mi
primer revelación, diré que comencé a escribir a los trece años (paradójico), y
de esta serie de escritos he logrado rescatar unos que pertenecen a 1996.
Independientemente a todo, me gusta el año. Fue una etapa extraña. No estoy
seguro de qué me motivaba a existir. Pero debió ser algo importante porque de
esta época surgieron ideas buenas. Y Mimario
viene de Mimo que es un personaje que
todos conocen y en mi opinión, en contraste con el payaso, es un ser que tiene
un misterio deducible a simple vista. El teatro en el que actúa es la vida y es
capaz de enfrentarse a ella de una manera artística. La obra se traduciría como
un tratado de las artes mímicas: donde pretendo explorar a partir de fórmulas
que expresan literalmente la lógica de los movimientos, una serie de eventos
que se suscitan en la vida real. Es decir, cada frase está dicha para ser
representada en la mímica. He elaborado una especie de auto-ensayo que puede
servir como una breve introducción a esta obra. El auto-ensayo se titula: Ajuste poético, que puede servir como
prematuro al libro.
MAH: Me dio mucho gusto saludarte...
P: Sí, no hay problema. Ya puedes retirarte...
[1]La entrevista comienza aquí,
después de varias anotaciones hechas a partir de comentarios incoherentes
exteriorizados por el poenauta. La entrevista duró promedio de ocho horas;
lapso progresivo en lo que el poenauta volvía de un desdoblamiento.