Preludio
Marco Antonio Hernández
Alas y plumas y crestas y las mariposas
se quiebran en el viento, regresan a su origen,
la antena y el control remoto
busco un lugar para esconderme:
donde pueda rezar gritar morder.
No me salgan con esto:
los parias me piden fe
Imágenes celestes de naguales salen de su tumba: primera impresión. La sirvienta prepara chocolate y oculta el arma que ha de quitarme la vida. No rezo ni imploro. Los días se crespan en la basura que el viento trae como llovizna sobre los automóviles. “Simplezas”. Imágenes incoherentes. El bufón oculta su rostro con láminas escritas en un blanco sueño (este poema es propiedad privada, “se prohíbe la entrada a los cuerdos”).
La traición eleva las hojas que murieron con el sol. Raya líquida entre los espectros y los hijos resucitados. Blanco espesor... purificador de sexo y noches de paseos en los parques. Niño sin propiedad entre los nativos. Somos uno. Espeluznante.
Si tan sólo pudiera gritarte (frena) que esta forma (frena) no nos limita (frena) en el aire, me expandiría. Pero en estos parajes los nudos nos callan, no me dejan hablar.
Jueguen, niños, ahora que es su tiempo.
Cuando me acerco al espejo y veo que el tiempo derrumbó toda una especie en el mantel, me río de su falsedad. Los astros nocturnos ya se han dislocado en el centro de la oquedad. Todo lo de atrás está destruido: bombas, guerra y crueldad son los monstruos del mundo. Las almas que habitaban en la oscuridad se mudaron al jardín donde ha vuelto el sentido a tomar su lugar perdido.
Sé que las gotas que se secan en mi cabello se irán borrando como las cenizas de una fogata que muere. Intento irme. Pero a veces es mejor que espere callado.
Los eucaliptos, los arbustos, las plantas, que adornaban mi ventana, se han secado. Todo muere en el esmog de una tormenta en la ciudad.
Nunca dejaré que un estanque
seque tu rostro de océano.
Te levantas, te sientas,
observas, gritas, hablas,
sueñas, te diviertes,
pero nunca me volteas a ver.
Mis cinco sentidos se han vuelto
hacia el alucinamiento.
Llegas, me saludas, te vas,
te conservas, te excitas,
te peinas, despeinas;
pero sin entender mi idioma.
Edificios púrpura enjaulan mi libre-nagual.
Me cagaría ver tu trasero
en una silla lejos de ti.
¿No piensas que te pueden ahogar
cada vez que la hoja cae?
El miedo se puede desprender,
tus manos no podrán jugar,
tus ojos no podrán comprender
por qué vierto en el espejo tu sonrisa.
Bifurco elementos de la nada
para construir paredes amarillas.
Me tiro al lado de la alfombra y el espejo y su suciedad se quedan, por fin, lejos de mi transformación. Formo al tiempo. Espejo sin luces, caras en las ventanas (cristales encima de yos-cristales).
Hay una sucesión de oquedad- triángulos.
¿Por qué una corriente de cabellos me quiere alejar de la música?
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