21/3/12

Instrucciones para encontrar al amor de su VISA



¿Son los chango-leones
una especie de profetas exiliados
de la sociedad?

I
Había una vez un chango-león que conocía de memoria los libros de Carlos Castañeda y que, en su abigarrado intento por salvar a la humanidad, solía contarnos historias sobre el advenimiento precoz de las profecías mayas, que, por cierto, a menudo confundía con extractos de las profecías de Nostradamus o el Apocalipsis. Su acervo literario era tan enigmático, pero ingenuo, que al citarnos frases enteras de algún autor, se percataba uno de su exageración al tergiversar y confundirlas con sus propias interpretaciones de la realidad. Al ir a las fuentes, la sorpresa era mínima. Uno descubría su ingenuidad a la hora de la verdad, pues solía inventar historias para enloquecer, atraer y fanatizar a las mujeres.

II
En sus recorridos a Palenque mistificaba a granel cuanto se moviera. Tomaba muy en serio su papel; terminaba uno temiendo más a su diabólica esquizofrenia que a cualquier profecía elocuente, que explicara detenidamente un hecho trascendental y decisivo. Así como este chango-león (que por cierto no es chiapaneco —explicación sostenida sólo para contextualizar la ironía), los hay quienes con sus maleficentes intrigas quieren abarcar la atención errada de las güeritas, ingenuas y deseosas por conocer la realidad paradigmática del mexicano en cuanto a sus orígenes (o aborígenes; para el caso es lo mismo).

III
¡Muchachillas! ¡Muchachillos!: no hay de otra, los chango-leones son la presencia consecutiva de los hipo-historio-mistificadores por excelencia, o dicho en otras palabras: de los Sofistas de nuestra era.
IV
Para ironizar el cuadro lo ilustraré con una de las tantas anécdotas, narradas por email (y a manera de confidente), a este azaroso y torpe bazarero, (una sonrisa sarcástica permea mi semblante al tiempo en que mi gato rasguña con efusiva alteridad mis delicadas piernas, deshechas por la postura permanente, en la que establezco mi precariedad ante esta laptop inservible a mis menesteres dionisiacos).
En cierta ocasión, en una de las tantas odiseas del ligue de un compa (por no decir chango-león), explicaba cómo tres mujeres, que oscilaban con desacierto en el escenario prescrito, fueron sujetas a soportar el aturdido aburrimiento, que se deriva de la elocuencia de un personaje mistificador, en donde el sujeto A piensa que el sujeto B (el mistificador, chango-león, o lo que sea) pierde el tiempo hablando de filosofía a las chicas. El sujeto A decide, entonces, arremeter de lleno con lo que le truje, y sin vacilar se lleva a la cama a una de las güeras, para que el sujeto B se dé cuenta de su valor y capacidad.
El sujeto B, receloso, embiste la situación con el mejor de sus discursos, para lo cual las otras dos mujeres ponen una cara que plantea: ¿a qué hora pasamos a la acción?
El sujeto A me presume que, según su vasta experiencia, él es “El Mejor” porque no necesita de filosofía ni de palabrerías para ligarse a quien quiera, pues la filosofía resulta tediosa para las mujeres. Lo pongo al corriente: el sujeto B no sabe nada de filosofía, lo único que hace es repetir hasta el cansancio un discurso repetitivo e insubstancial que tergiversa las profecías de los mayas, pero que a muchas seduce. Sin embargo, para entender la cultura maya requerimos de un acervo antropológico, arqueológico, filosófico, histórico, religioso, literario, etc., y, en efecto, hay mujeres (y “hombres”) que no entienden nada de filosofía, y a las que les aburren las ciencias, pero lo explica el hecho de que no están en esa frecuencia (tampoco existe un deber en cuanto a), lo cual es aceptable si en nuestra intención no prevalece el querer impresionarlas con nuestros fútiles discursos.
 Sin embargo, existe la sincronización de la filosofía-sexo, que logró el Marqués de Sade, (ante mi discurso el sujeto A mantiene un rostro de perplejidad), pero esa no es razón para inmutarse. La historia de México (cambio el discurso) es enigmática e interesante, y urge replantearla. Sobre todo en estos tiempos inciertos. Pero qué va uno a aburrir a las güeras con peroratas que les parecen utópicas e innecesarias cuando nuestra responsabilidad ante la realidad entra en cuestión, y ni el mismo chango-león, por mucho que sea un enigmático portador de la verdad o quiera tomar el papel de profeta, es incapaz de cuestionar.

V
Hay mujeres, como hay hombres, con quienes podemos sostener una charla amena y enriquecedora, (y recalco, las primeras no difieren de las segundas mencionadas, puesto que la misma existencia justifica el estar aquí; a menos que nos sintamos póstumos o hiperbóreos). Y a estas últimas es raro encontrarlas en un bar. Es necesario acudir a otras fuentes: bibliotecas, cafés, exposiciones, eventos culturales, recomendaciones de algún amigo, etc., aunque en realidad mis suposiciones difieran un poco de la realidad. Conozco mujeres que van a los bares, y cuya personalidad destila luz e inteligencia, con quienes he sostenido charlas amenas y me han dejado impresionado, sin importar si estas charlas sean intelectuales o no, pues su final último no depende de un medio: la filosofía o las pláticas intelectuales.
El simple hecho de platicar con una mujer reconforta el alma. Pues en ellas, en ustedes, redescubrimos el por qué estamos aquí, y nuestra vida es un homenaje a ustedes: mujeres.


Conclusión

Con un rostro vacío y lleno de envidia (quizás por mis imposibilidades de lograr un acercamiento precario a las mujeres), admiro los desenlaces postulados por las interacciones nocturnas. No hay de qué arrepentirse cuando la dirección que toma este mundo es el mejor. Ayer, 19 de marzo (mis manos tiemblan ante la posibilidad de una primavera rencorosa), de nueva cuenta el epicentro de un temblor fue el DF. ¿Estamos a un paso de las profecías esperadas? No nos queda de otra: abolamos nuestras diferencias y comencemos una nueva Era basada en el amor. Tanto mujeres como hombres necesitamos una oportunidad.
         Lejos de creer en las profecías chango-leonescas, creo que nuestra mente habrá de decidir el destino que algunos seguimos escribiendo, pero otros dejaron planteado.
         ¿Son los chango-leones el prototipo del profeta rezagado en el pasado? Aún no lo sabemos. Pero sé que nosotros, lejos de ser un prototipo selectivo de la naturaleza, tenemos la capacidad de embellecer este mundo y terminar con las guerras, si queremos.

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